Kasbah de los Oudayas
Actualizado el 03/12/2021
Ya sea planificando un viaje o cualquier otra actividad, siempre hay una máxima: cuantas menos expectativas se haga uno, mejor. De lo contrario puedes formarte una imagen ideal en tu cabeza que difícilmente será comparable a la realidad.
Ignoro si seguir este principio provocó que me sorprendiera tan gratamente la Kasbah de los Oudayas en Rabat, o si también influye el hecho de que ninguna foto o relato le pueda hacer justicia. De una forma u otra, por derecho propio se ha convertido en uno de mis sitios favoritos de Marruecos y será el motivo de este artículo.
¡Empecemos pues!

Introducción histórica
Históricamente, donde hay un borde costero o río navegable existe un deseo de conquistar el territorio que lo rodea, siendo necesaria una edificación que sirva de protección y vigilancia; si además se emplaza en una zona geográfica lo más elevada posible y cercana al borde, mejor que mejor.
La Kasbah de los Oudayas tienen su origen en el deseo de proteger a la antigua ciudad romana de Sala Colonia (hoy conocida como la Necrópolis de Chellah), así como a la desembocadura del río navegable Bou Regreg. Su aspecto original no es, ni remotamente, parecido al actual, comenzando como un humilde fortín militar hace casi 1000 años.
Ha sido objeto de numerosas transformaciones: primero como pequeña fortaleza y después ciudadela, además de sucesivas ampliaciones y reformas posteriores. Por el camino también ha sufrido abandonos y ocupaciones.
Uno de sus ocupantes más singulares, y a los que debemos su actual nombre, es la tribu de los Oudayas, que llegó hasta este lugar para instalarse y protegerse de otras tribus y a la ciudad de los ataques costeros y de la ciudad vecina de Salé, por aquel entonces refugio de piratas.
Su convulsa historia provocó un deterioro notable en la ciudadela. Su sano aspecto actual se lo debemos agradecer a los franceses, que en la época del protectorado decidieron reformarla y rehabitarla.

Entrando en la Kasbah de los Oudayas
Al estar situada en una zona elevada de la ciudad, en la intersección entre el borde marítimo y el río, acceder a la Kasbah no debería ocasionar mayores problemas.
Y si su presencia no resultara lo suficientemente llamativa, el acceso a la misma está vestido por la gran alfombra roja que conforman las escalinatas de acceso, con hileras de jardines a ambos lados, y la magnífica puerta principal, conocida como Bab Oudaia, con forma de arco de herradura y rica en detalles con motivos florales y del Corán.
Sin embargo, para atravesar la muralla que rodea el recinto es necesario acceder por una puerta de menores dimensiones, situada a la derecha de la principal.

Resulta complicado explicar la sensación una vez se atraviesa el umbral de la Kasbah. En un intento humilde de describirlo, es como transportarse a una realidad completamente diferente: estrechas callejuelas y rincones de blanco y azul, más propios de algunas medinas del norte como Chaouen o Asilah. Ajena completamente a la evolución urbana de Rabat, como si la muralla hubiera protegido la ciudadela para que no se contagiara de su entorno.
Es un pintoresco entramado en el que merecidamente podemos emplear dos o tres horas. Y no sólo recorriéndolo y fotografiando sus puertas y rincones, sino sorprendiéndonos con los diferentes espacios distintivos que dispone y que hacen la visita más amena todavía si cabe.

Unos de los primeros son los Jardines Andalusíes, adición de los franceses durante el protectorado, que además de darnos la bienvenida sirve como presentación del Museo Nacional de la Joyería, en su origen residencia del Sultán Mulay Ismaíl. En el interior de la Kasbah también está inserta la mezquita Jemâa Al Atiq, la más antigua de Rabat, y a la que, como de costumbre, sólo se puede acceder si se practica la religión del Islam.
Y si somos tan amantes del estilo de vida marroquí como de su historia, dos más son los lugares imprescindibles a visitar: el café Maure, lugar ideal para hacer una parada en el recorrido y sentarnos con nuestros compañeros de viaje alrededor de una mesa con té y dulces, y la Plataforma del Semáforo, un espacio abierto de generosas dimensiones desde el que admirar la situación geográfica de la Kasbah.

En un día caluroso, desde esta explanada veremos cómo los marroquíes son tan aficionados como nosotros a pasar una tarde en la playa junto a familia y amigos. Curiosamente, justo detrás hay un cementerio de generosas dimensiones. Nada extraño en el país, donde los cementerios forman parte del paisaje urbano en lugar de situarse en la periferias, como suele suceder en Occidente, y un ejemplo muy gráfico de cómo los marroquíes entienden la muerte como parte de la vida.
Concluyendo
Rabat, injustamente a mi parecer, suele pasar desapercibida: apenas se suele destinar par de horas en el Mausoleo de Mohammed V, la Torre Hassan (situada justo al lado del mausoleo) y alrededores, más una testimonial visita panorámica.
Sin embargo, la ciudad posee la característica única en todo el país de combinar de forma muy elegante espacios antiguos y modernos, lo que precisamente le hizo merecedora del título de Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
Esta virtud tiene su máxima expresión en la Kasbah de los Oudayas: una pequeña joya que invita a pasar horas y horas por sus pintorescas calles, a la misma vez que uno se pregunta cómo es posible que a escasos pasos anchas avenidas rodeen la muralla.
Así que no puedo más que recomendaros su visita. Con un poco de suerte servirá para que ampliéis vuestro tiempo en la ciudad y cambie radicalmente el concepto que tengáis de ella.
¡Un abrazo a tod@s y nos vemos en la próxima entrada!
Localización: 34°03′N -6°83′O (ver mapa)
Extensión: 50.000 m2 aprox.
Entrada: Gratuita. No resulta necesaria la contratación de un guía para explorarla si tenemos cierta experiencia moviéndonos por la medina, si bien a la entrada hay guías no oficiales que nos ofrecerán sus servicios. No deberíamos ofrecerles más de 30 dírhams.
Dónde comer: En el interior de la kasbah sólo se puede tomar té y dulces en el café Maure, si bien en la playa situada justo enfrente hay varias opciones de restaurantes para comer pescado.
Si quieres saber más sobre la ciudad, visita nuestra guía de turismo en Rabat.
yo espero visitarla en noviembre, tengo muchas ganas y si me lo recomendais mas todavia
Hola Cassandra!!Gracias por tu comentario. Seguro que no te arrepentirás, porque es una auténtica maravilla. Un saludo!