Qué ver en Tetuán
Actualizado el 23/10/2019
Tetuán, situada en el norte de Marruecos y sobre las laderas del Rif, es la ciudad con más rasgos andalusíes de Marruecos. Es conocida con el sobrenombre de «Paloma Blanca«, debido al encalado de su medina y el tono de los edificios españoles del siglo XX. Entre 1913 y 1956, fue la capital del protectorado español de Marruecos, quedando muy presente su pasado en la arquitectura de la zona del ensanche.
Se trata, con total probabilidad, de una de las ciudades del norte de Marruecos de mayor entidad y de las que más tiene que ofrecer. Para que no perderse ninguno de sus rincones os proponemos un sencillo recorrido estructurado en dos partes.
Qué ver en Tetuán: lo primero es su medina
Indiscutiblemente, la medina de Tetuán guardan un encanto y entidad que la convierten en una visita imprescindible. Hecha de cal, ladrillos y sillares, conserva magníficamente su fisonomía y su arquitectura propia, por lo que fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1997.
Es muy bulliciosa, con calles sinuosas llenas de tiendas y zonas que se abren a hermosas y tranquilas plazas, callejas largas y estrechas, rincones con mucho encanto y grandes puertas.
Con un perímetro amurallado de cinco kilómetros, se abrieron siete puertas que históricamente permanecían cerradas por la noche por motivos de seguridad. La muralla resguarda los cinco barrios que la componen: al-Ayun, Trankats, al-Balad, Souiqa y Mellah.
Descubrir la medina
La plaza de Hassan II, plaza de España en la época del protectorado, está presidida por el Palacio Real, de estilo hispano-morisco, punto de encuentro entre la medina y el ensanche. Está rodeada de importantes monumentos, como la Mezquita del Pachá Ahmed ibn Ali al-Rifi y dos zawiyas con alminares bellamente decorados.
Al lado del palacio, el arco Bab Ruad, puerta del viento, nos introduce en el corazón de los zocos a través de la calle Tarrafin, una de las arterías más importantes de Tetuán. Cubierta por arcos de madera reconstruidos por la Junta de Andalucía, está repleta de tiendas de tejidos y joyerías.
Al final de esta calle se encuentra la encantadora plaza Suq al-Hut, tradicionalmente la plaza del pescado y que actualmente alberga mercadillos de tejidos y telas. Desde aquí se divisan las murallas almenadas y las torres de la antigua Kasba de Sidi Ali al-Mandri.
Por la calle Kasdarin se accede a la plaza Ghersa al-Kebira, una de las más grandes de la medina, cuyo espacio es ocupado por multitud de puestos textiles de segunda mano, chatarreros y antigüedades. En torno a ella se sitúa un antiguo funduq (antiguas casas de descanso para los comerciantes venidos de otros puntos del país y en cuya planta baja se ubicaban almacenes, talleres y establos para los camellos) y la Madraza Lucas, edificada en el siglo XVIII.
Desde Ghersa al-Kebira, la calle Mqaddem, que atraviesa una serie de pasadizos recubiertos, nos permite acceder a la Mezquita de Lucas, en la que cabe mencionar su alto alminar de un blanco inmaculado.
Continuando por la calle Mqaddem, llegamos a una plaza alargada, Suq al-Fuqqi, donde se instalan vendedores de pan que dejan todo el día un delicioso aroma, y que permite admirar el alminar de la Mezquita Sidi Ali Barak, revestido por completo de azulejos policromos.
Desde aquí se inicia un laberinto de callejuelas que nos conduce al barrio artesanal al Jarrazin, de los babucheros o zapateros, delimitado al norte por la puerta Bab Maqabir que comunica con el cementerio musulmán donde están las tumbas de los refundadores de la ciudad. A su lado nos encontramos las curtidurías, Dar Dbagh, en las que podemos observar el proceso tradicional de transformar la piel de un animal en cuero fino.
Siguiendo el laberinto de calles se accede a una serie de placitas donde los artesanos, en talleres alineados, se concentran por gremios. Hacia el sureste llegamos a la calle Mtammar, en cuyos extremos dos puertas de hierro cierran el acceso a las mazmorras donde encerraban a los cautivos cristianos. En sus proximidades se sitúa la plaza al-Wissa’a, cuya fuente es una de las más armoniosas de la medina, y que da acceso al barrio al-Balad, el más aristocrático y señorial de Tetuán.
En la calle Siyaghim se encuentra el mausoleo de Sidi Ali Ben Raysoun, cuyo alminar octogonal está revestido por azulejos dispuestos formando rombos.
En un entramado de calles y pasadizos, aparece, esplendorosa, la Gran Mezquita, la de mayor tamaño de la Medina. Esta mezquita, de tipo alawita, cuenta con un amplio patio central en forma de U y un alto minarete de planta cuadrada decorado con mosaicos de Tetuán. El minarete puede verse desde casi cualquier punto de la Medina, ya que es el más alto de ésta. Al igual que ocurre con casi todas las mezquitas de Marruecos, la Gran Mezquita de Tetuán no puede ser visitada por los no musulmanes.
Hasta aquí la entrada de hoy sobre qué ver en Tetuán, centrada en su medina. Podéis comprobar que tal es su extensión y riqueza que bien merece dedicarle una única jornada.
Si además disponemos de dos días, podríamos aprovechar para recorrer su entorno más inmediato, así como otras zonas de interés como el Museo Arqueológico, Museo Etnográfico, la Escuela de Artes y Oficios y el Palacio Lebbadi. Podéis informaros del segundo recorrido en este enlace.
Si quieres saber más sobre la ciudad, visita nuestra guía con toda la información sobre Tetuán.