Jemaa El Fna
Actualizado el 17/07/2020
El diccionario define al teatro como un escenario destinado a la representación. Otra autoridad, Charles Chaplin, decía que la vida es una obra de teatro que no permite ensayos. De ambas afirmaciones se puede concluir que todos terminamos adoptando un papel que varía en función del escenario.
Las plazas son un ejemplo paradigmático: espacios, a priori, vacíos, que por obra y arte de los ciudadanos se llenan de contenido.
La plaza de Jemaa el Fna consigue, sin grandes alardes, ser al mismo tiempo un espectáculo y el buque insignia de la cultura marroquí, como veremos a continuación.
Origen
El origen de esta plaza y la razón de su nombre son inciertos, admitiendo varias interpretaciones en las que ambos conceptos se dan de la mano. Esta inexactitud se debe a que el lenguaje árabe es de difícil traducción y que, como suele pasar en Marruecos, su historia se entrelaza con su leyenda, siendo complicado discernir donde termina una y empieza la otra.
Jema el Fna se divide en dos palabras: jamaa , que puede traducirse como “congregación” o “mezquita”, y Fna, que puede significar “espacio abierto” o toda una variedad de palabras relativas a finalizar algo o interrumpir su desarrollo, dando lugar a traducciones tan variadas como “muerte”, “destrucción” o “incompleto”.

Una interpretación posible sería “la asamblea de la muerte”, lo que conectaría con la idea de que se produjeron ejecuciones públicas en este lugar en el siglo XI.
Otra traducción se basa en el proyecto de erigir una mezquita en medio de la plaza en el siglo 17. Esta segunda teoría daría lugar a un juego fonético y un elegante ejemplo de ironía popular, pues al inicio de su construcción se la conocería como “jamaa al-hna” (la mezquita de la tranquilidad) y cuando se interrumpió y fue pasto de las ruinas se la rebautizó como “jamaa al-fana” (mezquita inacabada o destruida).
Pero si su origen es un misterio, más lo suele ser para el viajero saber cómo se pronuncia. Salah, amigo marroquí siempre dispuesto cada vez que se precisa de un locutor, resolverá la duda:
Una plaza diferente
Hay una verdad sobre Marruecos que debe repetirse las veces que resulten necesarias: este país no se define por la unión de artesanía y modernidad de la Gran Mezquita Hassan II, ni por la sinergia entre formación, convivencia y espiritualidad de madrazas como la de Bou Inania, ni siquiera por el caos ordenado de medinas como la de Fez. La verdadera esencia de Marruecos son sus ciudadanos y su particular actitud vital.

La Plaza Jemaa El Fna no es, ni remotamente, una joya arquitectónica. No es más que una extensión de hormigón, rodeada de edificios sin valor; si pudiéramos enajenarnos del bullicio que allí se presenta, lo confundiríamos con un solar esperando que algún promotor se apiadara de él.
Su grandeza reside en una cuestión simple que da enormes pistas sobre la naturaleza del pueblo magrebí: ofrécele a un marroquí un espacio vacío y lo llenará de espectáculo y formas de ganarse el sustento. Porque si otros monumentos están construidos a base de ladrillo, hormigón y metal, los materiales de este lugar son sus actores, sus espectadores y la relación que se da entre ellos.
Una plaza que siempre cambia
Un edificio es, por definición, algo inmutable: sí, el sol incidirá de diferentes formas dependiendo de la hora y el día, y puede ser que elementos móviles como mamparas o mobiliario puedan ayudar a transformar los recintos que lo componen, pero en esencia permanecerá igual.
Por el contrario, Jemaa El Fna es un espacio orgánico con la virtud de reconvertirse a lo largo del día: siendo sus primeros protagonistas los puestos de zumo, aguadores y encantadores de serpiente, a medida que el día avanza crece y la oferta se dispara: bailarines, dentistas, acróbatas, músicos, narradores, boxeadores, …. hasta que llega la noche, el número de curiosos aumenta exponencialmente y aparecen los puestos de comida, que utilizan las luces y el humo de sus cocinas de carbón como principal reclamo comercial.


Un lugar que muta a lo largo de las horas y de los días, lo que convierte a la plaza en una suerte de teatro urbano donde cada momento se presencia una obra poliédrica diferente.
Una plaza para todos
En no pocas ocasiones se ha calificado a Jemaa El Fna como un lugar centrado en sacar la mayor tajada posible al turista. Y, aunque no deja de ser cierto la oportunidad comercial que presenta (a fin de cuentas estamos hablando del centro neurálgico de la ciudad que más turistas atrae de todo Marruecos), esa opinión peca de simplista.
Hablando con franqueza, la primera vez que se visita la plaza invade una cierta sensación de decepción. Suele ser habitual que el viajero perciba que no hay nada allí que no haya visto antes y que todos los ojos se posan sobre él.
Pero si se le da una segunda oportunidad, como casi siempre pasa en Marruecos uno entiende que se trata de un lugar que pide tiempo, dejarse llevar y aprender y aceptar sus reglas de juego.

Porque aunque la habilidad para decir “no” de forma cortés pero tajante será numerosas veces sometida a prueba, también se pueden encontrar tesoros pensados para aquellos que buscan algo diferente (prueba de ello es el gran número de marroquíes curiosos que se concentran allí).
Porque, como si de un microcosmos se tratara, mientras que en otras ciudades hay que andar a la caza de joyas escondidas, en el caso de la plaza ese lugar se reduce a un trozo de explanada, un marroquí buscándose la vida y la gente que lo rodea.
Porque, frente a tatuadoras de henna, que al mínimo despiste nos tomará la mano para tatuarla, nos encontraremos contadores de historias perpetuando una tradición oral, que de no existir la plaza estaría condenada a la extinción (una de las razones que llevó a la UNESCO a catalogarlo como patrimonio inmaterial de la humanidad).
Porque la plaza es caos y es orden, es reinvención y es tradición, es asedio y es cercanía, es picaresca y es cultura, es contradicción y es coherencia.
Porque, en definitiva, la Plaza Jemaa El Fna es Marruecos.

Qué hacer en la plaza: una explicación ilustrada
Además de degustar la gastronomía que allí se oferta, no se puede hacer otra cosa en la plaza más que observar lo que allí se produce, una actividad que resultará infinitamente sencilla o compleja en función del ojo de quien la realice. Como una imagen vale más que mil palabras, se muestran a continuación fotos de las diferentes escenas y actores que se congregan en ella.
Una última advertencia: si bien son aquí mucho más abiertos a la hora de dejarse fotografiar que en otras partes de Marruecos, lo harán sólo si obtienen un beneficio económico, pues es prácticamente su único sustento, siendo recomendable pactarlo previamente (no más de 15 dírhams).
Click en cada imagen para agrandarla y saber su autoría (todas las imágenes de la galería publicadas bajo licencia CC 2.0).
Localización: 31°37′ N 59°21′ O (ver mapa)
Extensión: 20.000 m2 aprox.
Fecha de construcción: Siglo XII
Horario: Desde las 09.00 hasta las 01.00 (L-D)
Coste de la entrada: Gratuito
Dónde comer: En la propia plaza hay multitud de puestos de comida: caracoles, pinchitos y gran variedad de zumos. En los alrededores se ofrece menús estándar marroquíes y comida internacional. El precio es medio–alto y el plato típico de Marrakech es la tanjia: tacos de carne con especias hechos en su jugo al horno en una vasija, si bien para poder comerlo hay que alejarse algo de la plaza. En el artículo sobre dónde comer en Marrakech se explica todo con mayor detalle.
Si quieres saber más sobre la ciudad, visita nuestra guía para viajar a Marrakech.
Me encanta Marrakech, fue hace dos años y tengo ganas de Volver a ir.
Buenas tardes Nora. Me alegra que te haya gustado; por más veces que haya estado siempre encuentro nuevos rincones que explorar. Seguro que pronto podrás repetir destino. Un saludo
Un lugar increíble y que nadie se debe perder si viaja a Marrakech!!
Recomiendo cenar en alguno de los puestos de comida que existen en la plaza…. una delicia. 😉
Además están muy bien de precio, y suelen tenerlo fijado y escrito en carteles (lo cual no deja de ser cierto que es toda una comodidad tratándose del país que es).
Como recomendación, sugiero los caracoles, sobre todo si están aderezados con especias.
Un saludo y gracias por comentar Francesc
Gracias, me ha gustado la entrada y me ha picado el gusanillo por visitar la plaza. Una pregunta: ¿es verdad que por fotografiar, o incluso por ver, te piden dinero?
Lo que dices es cierto, y si bien entiendo que pueda chocar, es necesario entender que, frente a las medinas o zocos, donde se venden productos, aquí se vende espectáculo. Si te pones delante de músicos para escucharlos bien, esperan que pagues. O en el caso de los aguadores, su sustento no se basa tanto en vender agua como dejarse fotografiar solos o con turistas.
Mi recomendación es mantener cierta distancia, como si no interesara, dar un rodeo, analizar, y cuando se tenga claro qué quieres ver, acercarse, con el bolso bien surtido de monedas. La mayoría de las veces, con dar entre 5 y 15 dírhams por tomar una fotografía o ver el espectáculo será más que suficiente (aunque de primeras, qué duda cabe, exigirán más)