Los Jardines de la Menara
Actualizado el 01/09/2020
Al sudoeste de Marrakech, envueltos en un halo de leyenda y con la imponente cordillera del Atlas como fondo, se encuentran los inspiradores Jardines de la Menara.
Símbolo de esta emblemática ciudad, pasear por este lugar resulta una reconfortante experiencia y un contrapunto necesario y agradecido al bullicio de la medina.
Unos jardines casi milenarios
Este espacio fue mandado construir por Abd al-Mumin, califa almohade, a principios del siglo XII, ideado como un equipamiento al servicio de la ciudad y consistente en un gran huerto dividido en una cuadrícula de parcelas y un enorme depósito para almacenar agua.
En el siglo XVI se construyó un pabellón, adquiriendo los jardines una dimensión más recreativa, ya que el sultán lo utilizaba de residencia durante sus vacaciones.
Un ingenioso sistema de riego
Los dos elementos más destacables de este vasto espacio son un gran estanque de agua ligeramente salada y un delicioso olivar, que actualmente es el más antiguo e importante de la ciudad tanto por su extensión como por poseer cuarenta variedades de olivos. Lo sorprendente es que el olivar y los exuberantes cultivos que lo acompañan reciben el agua de la cordillera del Atlas, cuyas cumbres nevadas adornan el paisaje. Y es que el agua del deshielo llega desde las montañas a través de un sistema de canalización de unos treinta kilómetros.
Este sistema ancestral, ideado hace más de 2500 años (si bien el que nos ocupa data de hace casi nueve siglos) se denomina khetaras y tienen como objeto proporcionar recursos hídricos a zonas necesitadas. Se trata de un sistema sencillo pero no por ello menos efectivo: una galería subterránea de apenas pendiente, pero la suficiente para que la acción de la gravedad pueda transportar agua a largas distancias.
Un ejemplo más visual, completo y paradigmático serían las situadas a las afueras de Erfoud. Allí existe un paisaje salpicado de lo que, a priori, parecen ser chimeneas, pero que en realidad son huecos para la ventilación y el mantenimiento de la galería. En determinados puntos existen zonas de registro públicas, desde las cuales descender y visitarlas.


Características y mitos
Los jardines de la Menara abarcan una extensión de 700 metros de ancho y más de un 1 km de largo, vertebrándose a través de una avenida principal que la recorre longitudinalmente y custodiada por cipreses, olivos, palmeras, naranjos y otros árboles frutales.
El único elemento que interrumpe este camino es el estanque, de más de 20000 m² y en el que es posible descubrir enormes carpas que esperan pacientes a que los visitantes les den de comer. También se dice que sirvió a los soldados almohades para aprender a nadar antes de cruzar el estrecho de Gibraltar y llegar a Andalucía.
Un coqueto pabellón preside este estanque y se compone de dos plantas, de color ocre pero coronado por un techo piramidal verde –una combinación muy común en los edificios significativos de Marrakech– y rodeado de un muro de acceso de ladrillo y con el tono rojizo característico de la medina. A veces se le conoce como el Pabellón del Placer, pues cuentan las leyendas que uno de los antiguos sultanes –del que se prefiere callar el nombre– no solo disfrutaba allí de sus citas amorosas, sino que cuando amanecía lanzaba al estanque a la elegida de la que había gozado durante la noche.
Otra leyenda que acompaña a este lugar es la razón de su denominación, ya que Menara en árabe significa “faro”. La teoría más sólida es que se trata de un guiño al elemento vertical por excelencia de la ciudad, el minarete de la Koutobia, y se basaría en que ambas construcciones fueron ideadas por el mismo sultán. Además la dirección principal de los jardines y de la Koutubia forman aproximadamente noventa grados, por lo que probablemente se pretendiera establecer un diálogo entre ambos y constituir un eje que vertebrara el resto de la ciudad.

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Opinión
Si bien su calificación como jardines puede llevar a engaños, pues en la práctica son un conjunto de huertos situado en las afueras con un recorrido de un solo sentido y, por tanto, a priori no invitan al esparcimiento, este lugar bien merece una visita.
Se trata de un lugar que gustará especialmente a aquellos que busquen una actividad alejada del foco turístico. Porque salvo paradas fugaces de grupos de turistas, que prefieren emplear la mayoría del tiempo del que disponen en la medina, la inmensa mayoría de quien sabe disfrutar de este lugar son locales, que lo consideran uno de sus lugares favoritos para tomar un picnic, caminar o disfrutar de amenas charlas entre la vegetación.

Las leyendas, la cercanía del Atlas, las seductoras palmeras, los reflejos del estanque y las escenas pintorescas que aquí se producen convierten a estos jardines en una perfecta válvula de escape de la siempre ruidosa Marrakech.
Localización: 31°61′N -8°02′O (ver mapa)
Extensión: 10 hectáreas aprox.
Fecha de construcción: Los jardines se crearon en el año 1130. El pabellón se construyó en el sigo XVI y se renovó en el 1869
Horario: De 08.00 a 17.00 (todos los días)
Coste de la entrada: Gratuito. Visita del pabellón: 11 dírhams.
Dónde comer: No hay posibilidad de comer en los jardines, salvo que optes por un picnic con comida que te traigas o de la que se ofrece en los puestos ambulantes instalados en las cercanías de la dársena.
Si quieres saber más sobre la ciudad, visita nuestra guía de Marrakech.
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