Necrópolis de Chellah en Rabat
Actualizado el 10/02/2022
Contradiciendo a la lógica, los espacios que han sufrido el paso del tiempo suelen transmitir mucho más que aquellos que se encuentran en perfectas condiciones. Quizás sea porque, muchas veces, cuanto menos se muestra más se sugiere.
Por norma, una casa recién construida será una oportunidad única para analizarla y valorarla. Pero al traspasar el umbral de una casa en decadencia, en la que la carpintería apenas se mantiene en pie y las hojas de periódicos antiguos se arremolinan en los rincones, uno se sumerge en una experiencia más enriquecedora, disparándose la curiosidad y la imaginación.
La Necrópolis de Chellah no es sólo un conjunto monumental con siglos y siglos de antigüedad. Es también un testimonio —siempre que sepamos escucharlo— de cómo vivían fenicios, cartaginenses, romanos y árabes en un emplazamiento muy singular.

Su historia
Lo que hoy denominamos como necrópolis era, en su origen, un puerto de escala conocido como Sala Colonia. Un lugar de enorme potencial comercial por situarse a la orilla de un río navegable (Bou Regreg) y por su cercanía con el océano Atlántico. Testigo del paso de culturas por la costa marroquí, su inicio probablemente arrancara de la mano de los fenicios, aunque no fuera hasta la llegada de los romanos que se desarrollara y adquiriera la entidad de ciudad.
Siglos más tarde, abandonado a su suerte y al deterioro natural, es aprovechado el emplazamiento por los árabes para situar una mezquita y varios santuarios y, poco después, a la muerte del sultán reinante, construir un mausoleo en los que albergar sus restos. La significancia que progresivamente fue adquiriendo propiciaron sucesivas ampliaciones, llegando incluso a adicionarse una madraza y un hammam.
La historia de luces y sombras de Rabat, junto con el terremoto de Lisboa, la convirtieron en un amasijo de ruinas. Afortunadamente, la posterior restauración y la decisión de ubicar aquí el festival de Jazz de la ciudad han conseguido proporcionarle gran parte de la presencia e identidad contemporánea que la necrópolis se merece.

Accediendo a la necrópolis
Teniendo en cuenta su situación periférica, es recomendable reservar la visita para bien avanzado el día, dejando para primera hora de la mañana lugares más dados a las aglomeraciones, como el Mausoleo de Mohamed V o la Torre Hassan. Además, la tranquilidad posterior a una ajetreada excursión y la luz del atardecer serán los mejores aliados para apreciarla en su justa magnitud.
Dos serán, a lo sumo, los gastos necesarios para visitarla, modestos en comparación con la experiencia que proporciona: uno para la entrada (70 dírhams), y otro para llegar en taxi (de 20 a 30 dírhams para el taxi completo).
Lo primero que veremos será la imponente muralla que la protege, con la entrada principal y las dos torres octogonales que la escoltan como protagonistas. Al atravesarla, se nos invitará a realizar un recorrido en el que poco a poco iremos descubriendo la necrópolis, siendo flanqueados a ambos lados por un nutrido catálogo de árboles y arbustos, lo que ayuda a cargar de un ambiente solemne al lugar.

Plano de la necrópolis (click para ampliar)
Una vez hayamos bajado hasta el nivel en el que se desarrolla el conjunto histórico, seremos testigos de todo lo que concierne a la época pre-árabe: en el centro, la calzada principal sobre la que se vertebraba la ciudad de Sala Colonia, emplazándose la mayoría de la población en el barrio de los artesanos a la izquierda y situándose a la derecha y delante el poder religioso, representado por el capitolio y el templo, respectivamente.
Dejando estos espacios detrás llegaríamos a una zona diáfana abrazada por todos aquellos lugares en el que la actividad social se intensificaba, como el arco del triunfo (donde se celebraban las victorias), el foro (punto central para el debate y los tratos comerciales) y las termas (en las que la higiene casi se convertía en una excusa para fortalecer las relaciones).

Desgraciadamente, las restauración de la época romana no consigue levantar apenas un palmo de altura, siendo esencial que agudicemos nuestra imaginación.
Afortunadamente no ocurre así con lo que concierne a la época árabe, aglutinada fundamentalmente en dos puntos. El primero, el que corresponde al hammam, actualización de la terma romana y situado en la zona más alejada y esquinada de la necrópolis. De ésta podremos apreciar los característicos tejados curvos, pero no podremos visitar su interior.

En situación destacada y con el minarete coronando, se dispone el lugar en el que convivencia, formación y religión se daban de la mano, representados por la madraza (espacio de internamiento de los estudiantes), la mezquita (dedicada a alimentar la mente y el espíritu) y el mausoleo (donde descansan los restos del sultán y algunos allegados, entre ellos su esposa).
Finalmente, algo más alejado se sitúa el estanque de anguilas, en origen dedicado a las abluciones y que después de inundarse fue poblado por todo tipo de animales acuáticos, pero sobre todo anguilas, a las que se le atribuían cierto poder protector.
Frente a éste se reúnen varios sepulcros y santuarios de personas a los que Rabat les ha querido brindar un particular homenaje, ayudando a favorecer ese ambiente tan mágico que define a la necrópolis.

Los nuevos habitantes de Chellah
Pese a que pudiera parecer lo contrario, la necrópolis no es actualmente un lugar deshabitado. Obviamente no son romanos ni muchos menos fenicios lo que hacen uso actualmente de sus espacios. Ni siquiera los propios ciudadanos de Rabat, salvo, y de forma muy anecdótica, guardias, guías espontáneos o algún bailarín apostado frente al acceso a la muralla, siguiendo la máxima marroquí de que cualquier sitio es una oportunidad de negocio.
Son ahora las cigüeñas (animales sagrados para la cultura musulmana y a las que su intuición emigrando hacia un mejor clima se le atribuye inspiración divina) las que han elegido la situación y los puntos elevados y despejados de la necrópolis para instalarse por docenas.
Y son ellas las que, vigilando desde las alturas, rompen el silencio con su crotoreo y crean la minimalista —y apropiada— banda sonora que envuelve al lugar, pareciendo hablar en boca de todas las vidas que han residido aquí.
Localización: 34°00′N -6°82′O (ver mapa)
Extensión: 70.000 m2 aprox.
Fecha de construcción: La Necrópolis ha pasado por diferentes transformaciones. Primero como asentamiento fenicio (siglo III a.C) y después como ciudad romana (año 40 d.C). Posteriormente la dinastía árabe almorávide la reformó, añadiendo nuevas construcciones (siglos XI y XII) y en siglo XIV la dinastía marínida añadió una muralla. En el 1755, después de años de abandono, fue derruida por el terremoto de Lisboa. Poco después de que Rabat se convirtiera en capital del protectorado francés (1956) se comenzó un proceso de restauración y se le añadieron unos jardines.
Horario: 08:30-17:30 todos los días.
Entrada: 70 dírhams.
Si quieres saber más sobre la ciudad, visita nuestra guía de turismo en Rabat.
Muy interesante el relato, es un recorrido al pasado y un acercamiento a las diferentes culturas q habitaron esta ciudad
Gracias por tus comentarios, Óscar. Me alegro que te gustara y que hayas percibido el enfoque que quería darle al artículo.