Jardines Majorelle en Marrakech
Actualizado el 28/07/2020
Es Marrakech una ciudad que asume —y se enorgullece— de su identidad caótica y excesiva. Pero si los silencios forman parte incluso de la partitura más estruendosa, también existen espacios en la perla roja donde el bullicio se precipita en sus límites.
En uno de estos lugares las motos sorteando viandantes se transforman en plantas alzándose en busca de sol y la contundencia rítmica de la música gnaoua pasa el testigo al susurro del agua: los Jardines Majorelle.

El origen
Siendo su padre ebanista y cofundador de una escuela de Art Nouveau, punto de encuentro de artistas de las más diversas disciplinas, era inevitable que Jaques Majorelle entregara su vida al arte, estudiando primero arquitectura para finalmente dedicarse a la pintura.
En una búsqueda por mejorar su salud y motivado por su interés en la cultura islámica gracias a una estancia en Egipto, se mudó a Marrakech, tomándola de punto de partida para explorar la irrepetible combinación de colores que conforma el continente africano. Sólo hicieron falta tres años para entender que aquel lugar era su hogar, comprar una parcela a las afueras del ajetreado bullicio de la medina y construir una casa y un taller.

Es el coleccionismo algo inherente al ser humano: nos permite objetualizar nuestra historia y definirnos. A Jaques Majorelle le apasionaba la botánica, siendo la incorporación de un jardín poblando su finca con especies de los más diversos rincones la mejor manera de testimoniar sus viajes por el mundo.
Pero como suele ocurrir, el coleccionismo se volvió avidez, y para costear el mantenimiento de la villa no tuvo más remedio que abrirla al público. Diferentes problemas financieros, personales y de salud le obligaron a ceder progresivamente partes de la misma y cuando falleció en París, obligado a mudarse meses antes para recuperarse de un accidente, ya nada le pertenecía.

Sumida la parcela en el abandono y con la amenaza de ser demolida para edificar un hotel, Yves Saint Laurent y Pierre Bergé se vieron en el deber de rescatarlo. Un proyecto que respetaba la esencia del lugar pero que aumentaba considerablemente el número de especies y redefinía tanto el diseño como los usos. Un trabajo continuista pero creativo.
Cuando Yves murió en París, sus cenizas fueron esparcidas en los jardines y levantado un memorial en su honor, en el que se erige una columna romana traída de Tánger sobre una base con el color característico marraquechí. Finalmente, Pierre Bergé delegó su gestión a la fundación que lleva el nombre de ambos.

Plano de los jardines (click para ampliar)
Los Jardines
En los jardines Majorelle se exhiben especies arbóreas traídas de los cinco continentes de manera majestuosa pero estudiada, interrumpiéndose con elementos decorativos y construcciones de diseño moderno y vivas tonalidades. A priori, algo que poco o nada tiene que ver con Marruecos, salvo contados guiños en forma de tejados, pérgolas o cenefas árabes.
Pero es ésta una obra que tanto bebe del lugar en el que se construye como del autor que la crea. Es la particular visión pictórica de Jacques Majorelle del país, donde la geometría monolítica y repetitiva de las kasbahs y medinas contrasta con los vibrantes colores que brotan de la naturaleza, de la cerámica y sobre todo de la vestimenta del pueblo amazigh, verdadero patrimonio cultural del país.

Esa perspectiva queda patente cuando se recorre y, más que atravesar espacios, parecen desfilar una sucesión infinita de cuadros. Escenas impresionistas formadas por infinitas tonalidades de verdes con los bambúes, cactus y nenúfares como principales protagonistas, en clara contraposición y sin embargo dialogando con brochazos de amarillos, naranjas pero, ante todo, azules purpúreos e intensos que conforman alfarerías y arquitecturas.
Dentro de esas edificaciones destaca la acequia que atraviesa de lado a lado la villa y que conecta en un extremo con un pabellón y por el otro con una fuente, que junto con el resto de las construcciones se sitúan en el borde derecho del recinto, sirviendo como colofón final de una visita circular.

Forman parte también de este tramo un estanque con nenúfares, un café, una librería, una galería de posters y una boutique, estos dos últimos dedicados a la producción de Yves Saint Laurent.
Lo más notable del último tramo es el museo bereber, que ocupa la mayor parte del antiguo taller y donde es tan importante continente como contenido. Dividido en tres salas, en la primera se muestran objetos de la vida cotidiana amazigh y en la segunda vestidos tradicionales de diferentes regiones del país, que gracias a su disposición y a una colección de alfombras dispuestas en cascada producen un sorprendente dinamismo.

Mención aparte merece la sala de joyas y complementos, objetos que no sólo obedecen a una función estética, sino también social y de identidad tribal, así como una forma muy efectiva de ahorro. Repartidos en un expositor semicircular que abraza al visitante, sirve además de base a 6 bustos equidistantes, lo que unido a un calculado sistema de espejos y un techo simulando un cielo estrellado proporcionan un ambiente tan místico como humano.
Visitar los jardines es asistir a una obra de arte compleja y viva, un diseño exquisitamente atemporal y estudiado al milímetro. Y cuando se abandona ya no se podrá dejar de relacionar con la urbe compleja, contradictoria y siempre dispuesta a sorprender que es Marrakech.
Localización: 31°38′ N 8°00′ O (ver mapa)
Extensión: 40.000 m2 aprox.
Fecha de construcción: Diseñado en 1924 pero construido en el 1931. Abierto al público en el 1947. Reformado y ampliado en el 1980. Aunque no pertenece al recinto, en el 2017 se inauguró el Museo Yves Saint Laurent, contiguo a los jardines, y que posee salas de exposiciones temporales, permanentes, un auditorio y una biblioteca
Horario: De 08.00 a 17.30 (todos los días, salvo el miércoles). En Ramadán de 09.00 a 16.30.
Coste de la entrada: Jardines Majorelle: 100 dírhams; Museo Bereber 50 dírhams; Museo Yves Saint Laurent 100 dírhams; Precio conjunto para todos los espacios: 220 dírhams. Se aconseja la visita a primera hora para evitar la gran afluencia de público y adquirir la entrada online al menos 24 horas antes, pues se forman largas colas en la taquilla.
Cómo llegar: Los jardines están cerca del palmeral, en el barrio del Gueliz, siendo recomendable acceder en taxi con un coste (en función de la habilidad regateadora) entre 20 y 35 dírhams o en calesa, entre 120 y 300 dírhams.
Dónde comer: En el interior de los jardines hay un restaurante y cafetería.
Imágenes del mapa y del interior del museo bereber propiedad de los Jardines Majorelle y publicadas bajo su permiso
Si quieres saber más sobre la ciudad, visita nuestra guía de turismo en Marrakech.