Oasis de Marruecos: un respiro verde lleno de vida
En Marruecos se encuentran alguno de los oasis más grandes y bonitos del mundo. Entre palmeras encontramos casas de adobe, personas cultivando la tierra o lavando la ropa en el río, haciéndonos olvidar el polvo del camino que nos condujo hasta el vergel. Estos son algunos de los oasis de Marruecos en los que merece la pena perderse:

Oasis de Tinerhir y el valle del Todra
El valle del Todra forma uno de los oasis más grandes y frondosos de Marruecos. Una extensión verde de unos 30 kilómetros gana el terreno a la arenisca. Es el río que baja desde el Atlas en dirección al desierto el que hace posible este maravilloso oasis y la vida en Tinerhir, una población de origen bereber y edificios construidos en adobe, a la sombra de los palmerales. Al atardecer, el rojo ocre de las montañas brilla más que nunca, ofreciendo un espectáculo cromático que hará las delicias de cualquier amante de la fotografía.

Oasis de Tafilalet
Tafilalet, en el sudeste de Marruecos, está considerado uno de los oasis más grandes del planeta y el segundo más grande de África. Está declarado Reserva de la Biosfera y acoge uno de los mayores palmerales del mundo, con más de 800.000 palmeras datileras que sirven de preludio al desierto del Sáhara. El motivo del vergel se encuentra en el río Ziz, que lo atraviesa, y en el Rheris, que lo bordea. Solo afloran a la superficie en época de lluvias, de ahí que una de las grandes preocupaciones de la gente de la zona sea el aprovechamiento de los recursos hídricos.

Oasis de Fint
A menos de 10 kilómetros al sur de Ouarzazate, y a las puertas del desierto del Sáhara, surge inesperadamente el oasis de Fint, que en berereber significa “escondido”. Este exuberante lugar es considerado por muchos como la puerta del desierto, aunque también hay quien lo ha definido como su pequeño jardín. Bordear el oasis no lleva más de 45 minutos a pie y merece la pena no solo por la belleza del paisaje, sino también por la amabilidad de sus gentes. Es probable que algún lugareño se ofrezca a hacernos de guía y explicarnos las costumbres de la zona, donde el tiempo parece haberse detenido.

Valle del Dades
En la Ruta de las Kasbahs se incluye este oasis situado entre Boumalne e Imdiazen, y con el río Dades como protagonista. Habitado por tribus bereberes y con unos alrededores salpicados de kasbahs, en este valle abundan las gargantas y los cañones, formando un paisaje de rocas erosionadas que hacen felices a cualquier amante de la fotografía. Chopos, abedules, frutales, palmeras y almendros nos confirman a cada paso que estamos en un auténtico vergel. Fuera, y como en un sueño lejano, todo se vuelve ocre, rojo y terracota.

Valle de Ounila
A escasa media hora en coche de Ouarzazate, este lugar, con el impresionante ksar de Aït Ben Haddou enmarcado por las montañas del Atlas a lo lejos, es uno de los lugares más bonitos de Marruecos. Las formas geométricas se confunden con un paisaje donde el ocre y el verde del palmeral compiten en una intensa lucha por cuál de los dos gana la partida al terreno. Un paisaje que en su día admiraron las caravanas de mercaderes que atravesaban el desierto, al igual que hoy lo hacemos nosotros.

Valle del Draa
El valle del Draa, el más grande de Marruecos, es para algunos el oasis más bonito del país, ya que el contraste entre el oscuro arenal, el azul del cielo y el verde del humedal es único. El origen de la vegetación se debe al río Draa, el más largo de Marruecos, y la presa El Mansour, que llena de vida el valle y calma la sed de casi 200.000 personas. Considerado el segundo palmeral más grande de África, con Zagora como centro neurálgico, gran parte de su población vive del comercio de los dátiles. En este vergel, antesala del Sáhara, aún es posible escuchar música bereber a la caída del sol.

Valle de las Rosas
En las laderas del Alto Atlas se encuentra un oasis que se llena de colorido y un dulce olor en la época de floración de las rosas. Un vergel que se extiende alrededor de 30 kilómetros y en donde, desde mediados de abril a primeros de mayo, se recogen las más de 4.000 toneladas de pétalos de rosas que después servirán para fabricar algunos de los cosméticos y perfumes más apreciados en todo el mundo. Tras la cosecha, mujeres y niños celebran el Festival de las Rosas. El esfuerzo bien merece un descanso en este paisaje único.
Los oasis de Marruecos no avisan de su presencia. Nos sorprenden a la vuelta de cualquier recodo del camino, donde la incipiente vegetación nos indica con su presencia que estamos a punto de entrar en un vergel. Entre la arenisca y el azul del cielo, las palmeras pintan de verde el paisaje y el agua inyecta vida.