Fiesta de las Cerezas de Sefrou: disfruta de un sabor único
Sefrou es una pequeña localidad situada en el Atlas Medio, a escasos 30 kilómetros de Fez. Con preciosas casas engalanadas de blanco, en esta población se puede encontrar el Marruecos más real, donde cada mañana los agricultores de cerezas se dirigen a sus campos, las mujeres a sus bordados, los niños al colegio y los artesanos a sus talleres.
La tranquilidad de la ciudad, solo rota por las crecidas del río Oued Aggai que divide en dos la localidad, se va transformando en bullicio a medida que se acerca la Fiesta de las Cerezas, también conocida localmente como el Moussem de Heb Lemlouk. Una festividad que en 2012 fue nombrada Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO.

El sabor de una fiesta local
Cada mes de junio, Sefrou se transforma celebrar por todo lo alto la Fiesta de las Cerezas. Este fruto, que fue traído por los franceses durante la época del protectorado, encontró en las laderas del Atlas el mejor lugar de cultivo. Aquí se cosecha una gran parte de las siete mil toneladas de cerezas que produce Marruecos al año.
En 1919 se celebró la primera Fiesta de la Cereza, por deseo del gobernante francés Pierre Sougan, quien tomó como modelo el festival de la ciudad francesa de Olivier, en la provincia de Toulouse. Años más tarde, el festival sigue conservando el objetivo que le vio nacer: rendir homenaje a los agricultores locales, una vez que ha terminado la cosecha.
Durante tres días la ciudad se engalana para acoger una festividad que cada año atrae a más número de personas, entre vecinos de localidades cercanas y visitantes que se sienten atraídos por el encanto de una celebración que ha sabido conservar todo su encanto. Todo el mundo se afana para que la Fiesta de la Cereza sea un éxito. Los agricultores ceden sus mejores cerezas para degustación, las orquestas y compañías de teatro y baile locales se disponen para animar los pasacalles y charangas, y las majorettes se preparan para acompañar a las carrozas en el gran desfile que atravesará las calles de Sefrou.

Durante los días que dura la festividad se celebran actividades deportivas y culturales, tienen lugar conferencias y concursos, exposiciones, degustaciones y talleres de artesanía. Uno de los actos más esperados, sin embargo, es la elección de Miss Cerisette, la Reina de la Cereza. Numerosas jóvenes de localidades cercanas se presentan cada año con la esperanza de ser elegidas, lo que se considera todo un honor.
El último día de la festividad se celebra un gran desfile, donde las carrozas homenajean a los productos locales. La Reina de la Cereza regala cerezas y flores a los asistentes, en medio de un ambiente festivo donde no faltarán los cantos y bailes bereberes tradicionales. Este espectáculo folclórico, denominado Fantasía, es el broche final a una celebración que evidencia la importancia de la cereza en la región.
El encanto de Sefrou
Visitar Sefrou coincidiendo con la Fiesta de las Cerezas es una magnífica ocasión para vivir de cerca una festividad local. Pero también merece la pena acercarse a la localidad en cualquier época del año. Su impresionante medina con imposibles callejuelas, sus casas blancas, las mezquitas y el barrio judío, los molinos y lavaderos al borde del río y el zoco de los jueves otorgan a Sefrou ese encanto oriental que tanto gusta a los visitantes. Es, además, una oportunidad única para ver la vida real, tranquila y familiar de una población marroquí, y para disfrutar de la naturaleza cercana, como la fuente de Lalla Rekia, situada al oeste de la ciudad y que, según los mayores, tiene propiedades curativas.
Sefrou, que en su día fue conocida como “la ciudad del amor a los reyes”, fue en su día un importante punto comercial por su ubicación estratégica entre Fez y Tafilalt. Desde el siglo XII estuvo habitada por bereberes convertidos al judaísmo, procedentes de Argelia, que la llamaban “Pequeña Jerusalén”. Después, durante el protectorado, se convirtió en un importante centro militar, impulsado por la creación del fuerte Prioux, que tenía como misión proteger la ciudad. Los franceses conocían a Sefrou como “El jardín del Oeste”.

Hoy en día, Sefrou está rodeada de cascadas y arroyos, envueltos en una frondosa vegetación que le ha dado el sobrenombre de “oasis sin palmeras”. El río Oued Aggai riega los fértiles campos y atraviesa la localidad, donde las casas están construidas sobre las laderas para evitar las crecidas que tienen lugar en primavera.
Cerezas y artesanías
La cereza de Sefrou es calificada por los expertos como una de las mejores del mundo. De color oscuro, pero con un sabor muy dulce, siempre ha salido siempre airosa de los diferentes avatares que le ha preparado el destino, como cuando casi toda la comunidad judía, dedicada en su mayor parte a su cultivo, emigró a Israel a mediados del siglo XX, dejando abandonados campos llenos de este fruto tan dulce como sabroso.
Fue un momento delicado para su cultivo, que también tuvo que lidiar con la amenaza del parásito que trajeron ciertas variedades americanas introducidas en la zona a finales de los años 60, y al hecho de que el crecimiento urbanístico terminara con la tala de numerosos campos en aras de las necesidades de construcción. Sin embargo, todo ello, en vez de hundir al cultivo a la zona, sirvió de alicate para impulsar aún más un producto, que hoy ha alcanzado fama mundial.
En Sefrou y las comarcas cercanas, además de cerezas, y rabos de cerezas, que se venden deshidratados porque según los locales tienen propiedades curativas, se pueden encontrar manzanas, miel, aceitunas y aceite, además de delicadas artesanías locales, con tapicería con preciosas telas, alfombras bereberes, prendas de vestir con preciosos bordados y botonería de seda, y productos de madera de cedro. Un excelente motivo para dedicar un día a visitar la ciudad, especialmente si te encuentras en la cercana Fez.
Las cerezas son mucho más que un alimento en Sefrou. La Fiesta de las Cerezas recuerda que, además de ser Patrimonio Cultural de la Humanidad, son el verdadero motor económico de la región y un auténtico motivo de celebración. Una festividad con un auténtico sabor local, en el que todo un pueblo se vuelca a la hora de mostrar al mundo que el más dulce sabor de su legado crece en sus fértiles valles.