Vino en Marruecos: pasado, presente y futuro prometedor
Si pensamos en Marruecos, la primera bebida que se nos viene a la cabeza es el té con hierbabuena. Como país musulmán, no lo asociamos con el vino y, sin embargo, es el mayor productor de África, tras Sudáfrica, y el principal exportador para el mundo árabe, además de líder en consumo.
El secreto de su vino hay que buscarlo en su cercanía al Atlántico, que proporciona una brisa perfecta para la uva, reflejándose en la calidad de los caldos. El hecho de que los franceses inculcaran la cultura del vino durante el Protectorado, de 1912 a 1956, también contribuyó a que Marruecos tenga alguna de las mejores bodegas del continente africano.
Desde la Antigüedad
Pero la relación de Marruecos con el vino no es reciente. El primer acercamiento a la cultura vitivinícola lo tuvieron los fenicios, aunque más adelante fueron los romanos los que la asentaron, como demuestra el hecho de que en las ruinas de Volubilis, cerca de Meknes, se haya encontrado un mosaico que representa a Baco, el dios del vino.
Entre los siglos XV y XVIII, los portugueses se interesaron por cultivar vino y a principios del siglo XX, con la llegada de enólogos franceses, españoles e italianos, los viñedos se asentaron en Casablanca, coincidiendo con la crisis del vino en Europa.
Hasta 1930 las vides también se asentaron en los alrededores de Marrakech, y agricultores europeos fundaron las primeras bodegas. En vista del negocio, Marruecos invierte para aumentar la superficie de viñedos y se construyen grandes bodegas, como La Hacienda des Cigognes, cerca de Rabat.
Influencia francesa
A mediados del siglo pasado, y a pesar de la cercanía de Marruecos con España y Portugal, Francia es el país que ejerce más influencia en la cultura vitivinícola marroquí. La producción a gran escala llega de la mano de los franceses, quienes traían los conocimientos y la técnica. En esta época había en Marruecos unas 55.000 hectáreas dedicadas a la vid. Comienzan a surgir las primeras bodegas cooperativas, y personas como Brahim Zniber y Guy Baconnet terminan de impulsar el gusto por el vino de calidad.
Sin embargo, en los años siguientes se arrancó una gran parte de los viñedos para plantar otros cultivos, de manera que en la década de los 90 solo había en Marruecos 14.000 hectáreas para producir vino. Para recuperar la producción fue necesario que llegara el rey Hassan II, que apuesta definitivamente por el potencial vitivinícola marroquí. La producción comienza a mejorar y llega la inversión extranjera. Y el vino de Marruecos entra en una época dorada, hasta el punto de que algunos de los caldos más vendidos en Francia a principios del siglo XXI se producían en tierras marroquíes.
El vino marroquí en cifras
En Marruecos se producen vinos tintos, blancos y rosados, y aunque como bebida espiritosa hay más preferencia por la cerveza, cada vez se ven más botellas de vino en las mesas locales. Y es que Marruecos es, junto con Kuwait, Arabia Saudí, Jordania y Libia, uno de los países árabes en los que se consume una mayor cantidad de alcohol. En concreto, los marroquíes consumen 131 millones de litros de alcohol al año, de los que 38 millones de litros son vino.
El vino está presente en restaurantes, bares, discotecas, hoteles y centros comerciales de grandes ciudades turísticas, como Marrakech o Rabat. En el país hay 49.000 hectáreas con viñedos, de las 8.000 se orientan a la producción de vino, con 35 millones de botellas anuales. De ellas, solo 5 millones se orientan a la exportación, principalmente a Francia, pero también a Países Bajos, Bélgica, Gran Bretaña, EE.UU. y Japón, e incipientemente a China.
Un 77% de la producción es vino tinto, mientras que el blanco alcanza un 6,6% y el rosado y gris supone un 16,4%. Este último caldo es una variedad autóctona de rosado, que se cultiva con uva Chardonnay.
Marruecos cuenta con 14 denominaciones de origen garantizadas y una denominación de origen controlada, concedida en 1998, “Les Coteaux de l’Atlas”. Las uvas que se emplean en la producción son, sobre todo, cinsault, carignan y garnacha. Algunos vinos más vendidos son Coteaux de l’Atlas, Castel Boulaouane y Odisea.
Zonas de excelente producción
El sector da empleo a cerca de 20.000 personas y cuenta con varias zonas de producción, que producen excelentes cosechas desde que se instaló la posibilidad de riego automático. Así, Casablanca destaca por el vino tinto, mientras que en Rabat se produce, principalmente, los tintos ligeros. Y aunque también hay viñas costeras en Casablanca, si tenemos que elegir una zona de excelencia, quizá sea la de Meknès y Fez, donde se producen el 60% de los vinos marroquíes.
En la zona del Atlas las vides pueden crecer hasta los 1.200 metros de altitud. Es este clima tan especial, combinado con una vendimia que en ocasiones se realiza a mano, seleccionando las uvas en la misma cepa, lo que ofrece calidad y fama a los caldos blancos, con alta acidez, y unos tintos elegantes que tienen gran cabida en el comercio internacional.
En la primera mitad del siglo pasado, los vinos marroquíes a granel se exportaban a Francia para dar color, cuerpo y azúcar a los vinos de la zona de Borgoña, donde la uva tenía falta de horas de sol. Hoy, en el país galo son muy apreciados, especialmente los tintos y rosados, que acompañan los platos árabes, de gran tradición.
Dicen los expertos que los tintos marroquíes tienen cuerpo y estructura, y están bien logrados, mientras que los blancos no dejan de mejorar cosecha tras cosechas. Estos caldos son alabados por los mejores sumillers del mundo y en Marruecos han encontrado un público cada vez más fiel.
El vino en Marruecos se ha cultivado desde la antigüedad, pero su fama ha ido emergiendo poco a poco, gracias a la mejora las técnicas de vinificación y el empeño de enólogos europeos, principalmente franceses. Cada vez más aceptados entre la población marroquí y con más interés internacional, los caldos marroquíes han sido reconocidos entre los mejores vinos del mundo, convirtiéndose en la mejor excusa para brindar.