Serge Haroche: de Casablanca al premio Nobel de Física
Cuando recibes una noticia así es probable que te preguntes qué circunstancias te han hecho llegar hasta ese momento y convertirte en uno de los científicos que reciben el premio más notorio y de mayor reconocimiento mundial. En el caso de Haroche, hay que remontarse a 1944, cuando nació en Casablanca, en el protectorado francés de Marruecos.
Sus primeros años en Casablanca
Por las venas de Serge Haroche corre sangre judía sefardí y askenazí. Su padre nació en Salé (Marruecos) y era hijo de dos maestros que a través de la Alianza Israelita Universal se dedicaban a la difusión de la lengua y la cultura francesa en el Norte de África. La madre de Haroche, nacida en Odessa (Rusia), creció en Casablanca. Ambos se conocieron en la Universidad de Rabat y, cuando comenzaron a trabajar, se asentaron en Casablanca.
Allí nacieron sus tres primeros hijos, Joël, Gilles y Serge. Pero cuando Marruecos se independizó, en 1956, como tantos otros judíos, decidieron establecerse en Francia, donde tuvieron a su cuarto hijo, Michel. Con 12 años, Haroche dejaba atrás la vida que había conocido en Marruecos para enfrentarse al ritmo endiablado y cosmopolita de la capital parisina.
Una carrera enfocada a la ciencia
A la hora de elegir la carrera, Haroche estaría envuelto en la fascinación de la época por la carrera aeroespacial. Le sorprendía como las leyes matemáticas podían explicar todos los fenómenos naturales. Decidió estudiar física y entró en la École Normale (ENS), donde se graduó. Tras doctorarse comenzó a ejercer como profesor en la Universidad de París VI, compaginando su labor docente con la investigación en el ENS, hasta que fue nombrado catedrático de Física Cuántica en el Colegio de Francia en 2001.
Toda su carrera profesional, que le llevó al Premio Nobel, estuvo dedicada a la física cuántica. Su maestro y mentor fue Claude Cohen-Tannaoudji, Premio Nobel de Física en 1997 y también de origen magrebí. Ambos conversaron en numerosas ocasiones sobre un pasado en común como hijos de familias judías en el norte de África que pudieron doblegar su destino.
Investigaciones que valen un Nobel
La labor de Haroche ha supuesto la base de los métodos experimentales que han permitido medir y manipular los sistemas cuánticos individuales hasta lograr la observación directa de las partículas cuánticas sin destruirlas. Para ello, el científico creó una trampa formada por dos espejos, entre los que rebotaban los fotones.
Este el primer paso hacia los ordenadores súper rápidos basados en la física cuántica. “Es probable que estos ordenadores modifiquen nuestra vida diaria de la misma forma radical que lo hicieron los ordenadores clásicos del siglo pasado”, señaló en su día la Academia sueca. Pese a ello, Haroche se muestra escéptico sobre cuándo pueden llegar los ordenadores cuánticos a formar parte de nuestra vida. A cambio, el físico resalta aplicaciones más útiles relacionadas con su campo de trabajo, como los relojes atómicos que funcionan con iones y logran medir el tiempo con gran precisión, lo que, entre otras utilidades, permite el funcionamiento de los dispositivos GPS.
Una vida dedicada a la ciencia
La vida de Serge Haroche cambió para siempre el día que se enteró de que era el ganador de ocho millones de coronas suecas, casi un millón de euros, que conformaban el Nobel y que se repartió con el físico David Wineland, con quien compartió galardón.
Haroche es un defensor de la investigación y en una charla con el presidente francés, Emmanuel Macron, le habló de la necesidad de mejorar la vida de los jóvenes científicos, con un salario bajo y escaso dinero para investigar. Pese a ello, anima a los jóvenes a interesarse por la ciencia. “Es fundamental atraer a los jóvenes brillantes hacia las carreras científicas. Pero no llevarlos a una trampa sino a una carrera que les permita tener una vida normal. Deberían profundizar en aquello por lo que sientan curiosidad y pasión, porque hay muchas cosas aún desconocidas en la Naturaleza”.
Hoy, cuando el físico echa la vista atrás y recuerda su infancia en Casablanca, se pregunta las escasas posibilidades que tenía una persona como él, nacido en el seno de una familia que tuvo que buscar un hogar en otro país, de acabar recibiendo el Premio Nobel.
Encontrar a los maestros adecuados fue determinante en su vida. Y ahora, tras recibir numerosos premios en su carrera y colaborar con universidades como la Harvard y Yale, Serge Haroche deja paso a los jóvenes científicos y reconoce que una de las mejores cosas que le ha aportado el Premio Nobel ha sido la oportunidad de viajar y conocer mundo.