Postales de Marruecos en Primavera
Las postales de Marruecos en primavera son la constancia de un interminable viaje cromático y sensorial. Naturaleza en estado puro y maravillosos encuadres. Fotografías que nos transmiten la paz y el sosiego que solo los espacios naturales son capaces de proporcionarnos, incluso aunque no nos encontremos físicamente en ellos y los podamos disfrutar a través de la pantalla de un dispositivo electrónico.

Los almendros de Tafraout. Al sur de Marruecos nos adentramos en Tafraout, un pueblo donde el ocre de las viviendas solo es contrarrestado por el blanco impoluto de sus puertas y ventanas, y las flores que salpican el paisaje cuando los almendros del valle en el que se asienta se ponen de acuerdo para ponerse en flor.

Las cerezas de Sefrou. A unos 30 kilómetros de la ciudad de Fez encontramos Sefrou, una localidad con una preciosa medina y laberínticas calles, que resulta famosa por sus deliciosas cerezas. Son jugosas y oscuras, y juegan a adornar los árboles de este fértil valle, conocido como el “oasis sin palmeras” y recorrido por el río Oued Aggai. La celebración del Moussem de Heb Lemlouk o Festival de la Cereza, que suele tener lugar a finales de mayo, pone fin a una de las postales más icónicas de Marruecos en primavera.

Las cabras en los árboles de argán. Cerca de Essaouira encontramos las plantaciones de argán, de donde se obtiene el aceite de argán, muy utilizado en cosmética. Sin embargo, lo que buscan las cabras en este árbol son sus frutos, que les sirven de alimento. Para conseguirlo, no dudan en subirse a las copas de los árboles, convirtiéndolas en equilibristas y haciendo las delicias de cualquier fotógrafo.

La inmensidad del desierto. El desierto del Sáhara en primavera es una constante fuente de contrastes. Temperaturas soportables durante el día que descienden rápidamente a la caída de la tarde, y de la calidez de las dunas dibujando mil trazos a la inmensidad de un mar de estrellas cuando llega la noche. Cualquier viaje a Merzouga dejará una postal imborrable en nuestra retina. No hacen falta cámaras para recordar para siempre su belleza.

Las cascadas de Ouzoud. Con la llegada de la primavera reverdece el paisaje de las cascadas de Ouzoud, consideradas las más espectaculares de todo Marruecos y las más grandes del Norte de África. Con una caída de 119 metros, que termina en una preciosa piscina natural, cualquier encuadre es válido para una magnífica postal, que incluso puede incluir la presencia de uno de los muchos monos que habitan en el lugar.

Un escenario de cine. El ksar de Aït Ben Haddou, cercano a Ouarzazate y escenario de multitud de películas que hemos visto en el cine, como Gladiator, La Joya del Nilo o La Momia, se mantiene inalterable al paso del tiempo. Una postal que hemos visto en la gran pantalla y que en primavera despierta del letargo del invierno, invitándonos a contemplarla en todo su esplendor.

Volubilis, para los amantes de la historia. Volubilis es considerado el yacimiento arqueológico más importante de África. Una espectacular ciudad romana con más de 20 siglos de actualidad paralizada en el tiempo a la espera de ser captada antes de que las temperaturas se vuelvan insoportables.

Las gargantas del Todra y del Dades. Las gargantas del Todra, conocidas como el Gran Cañón de Marruecos, y las del Dades, con sus impresionantes vistas del Alto Atlas, nos regalan unos paisajes más característicos de Marruecos. Imposible no quedarse impresionado con los palmerales y los pueblos de adobe del Todra y la carretera serpenteante que recorre el Dades, ayudando a la gente local a salvar el acantilado que se abre a sus pies.
Paisajes de primavera, que se desperezan del invierno y esperan inquietos la llegada del calor. El verde de la naturaleza, más intenso que nunca. Agua y dunas, pueblos y fiestas, oasis y desiertos. Marruecos esconde en sus paisajes más característicos la esencia misma de sus contrastes… y la primavera es la estación perfecta para descubrirlos.