Noureddine Saïl, el incombustible padre del cine marroquí
Hay personas con tanto que aportar a la sociedad que no pueden encasillarse bajo una única etiqueta. Fue el caso de Noureddine Saïl, considerado el padre espiritual del cine marroquí. Profesor de filosofía, director de canales de comunicación, fundador de revistas, crítico, guionista, escritor y productor… cualquiera de estas profesiones podría haber estado estar debajo de su nombre en las tarjetas de visita. Y por encima de todas ellas, algo que las relacionaba y por la que es recordado: su amor incondicional al cine de Marruecos.
Una vida dedicada al cine
Saïl nació en 1947 en Tánger, donde completó su educación secundaria, para después estudiar Filosofía en la Facultad de Letras de Rabat. Una vez concluidos sus estudios, comenzó a ejercer la docencia en el Lycée Moulay Youssef de Rabat, pero pronto dejó aparcadas sus clases para dedicarse a su pasión: el cine.
En 1970, fundó la primera revista de cine de Marruecos, Cinéma 3. A pesar de que solo salieron al mercado algunos números, tuvo tanta influencia como para que los periódicos nacionales comenzaran a tener su propia sección dedicada al cine. Tras su cierre, Noureddine Saïl fundó la Federación Nacional de Cineclubes Marroquíes, pionera en la difusión de la cultura cinematográfica en Marruecos.
Dirigió la institución durante una década para posteriormente comenzar su carrera profesional en canales de televisión, desde el canal marroquí TVM al francés Canal Plus Horizons, desempeñando en ambas el papel de director de programación.
Posteriormente, Saïl pasó a dirigir el canal 2M, donde vio la oportunidad de impulsar al cine marroquí, financiando películas locales especialmente elaboradas para ser emitidas en televisión. La primera película que se hizo para la televisión marroquí fue The Blind Whale, un film policial y de suspense que tuvo un éxito inesperado, lo que abrió las puertas para que se pusiera en marcha una industria que llegó a elaborar hasta dos películas al mes, ante la demanda de un público deseoso de ver producciones nacionales. El mejor ejemplo de que el mensaje de Saïl, firme reivindicador del derecho a la existencia de un cine marroquí, llegó a calar hondo entre la población.
Festival de Cine Africano de Khouribga
La labor cinéfila del incombustible padre del cine marroquí adquirió otra dimensión cuando, tras denunciar el comportamiento negligente de distribuidores de películas y propietarios de salas, Saïl comenzó a apostar por los festivales de cine como el medio para dar a conocer las películas marroquíes a nivel internacional y terminar de fidelizar al público local.
Como director del Centro Cinematográfico Marroquí, se crea el Festival de Cine Africano de Khouribga, una cita que ningún cinéfilo pasa por alto. Saïl, además, consiguió que el festival se celebrara de manera anual. El cine marroquí pasa una época dorada, llegando a producirse hasta 200 películas y más de 100 cortometrajes al año.
Como amante e impulsor el cine, Saïl no pudo resistirse a formar parte de él. Compaginando en muchos casos su labor en los despachos con la producción, produjo películas como Las reglas del juego, En la junta, Le Gran Voyage o Pantalla negra. A lo largo de toda su vida, no dejó de pedir el respaldo institucional al cine, insistiendo en que la forma de conseguir excelentes películas pasaba por la financiación institucional.
En este sentido, y conocedor de las limitaciones de la industria nacional, reconocía que, con su presupuesto, el festival no podía competir con otros festivales como Venecia, Cannes, Berlín y Toronto. Y sin embargo, no aspiraba traer a grandes rostros conocidos de la industria internacional, sino a conseguir buenas películas para que pudieran verlas sus compatriotas.
Señalaba, convencido, que las estrellas de cine eran sin duda un buen medio para atraer los focos internacionales, pero estaba convencido de que lo que llevaba al éxito de un festival eran los buenos films. “Puedes haber festivales sin estrellas, pero no puede haber festivales sin películas”, decía ante los medios.
De igual manera, reconocía que uno de los hándicaps para los actores marroquíes era su acento. Sin embargo, Saïl nunca dejó de buscar un lugar para ellos, impulsando en la medida de sus posibilidades el cine nacional, pero también el africano, poniendo muchas veces de ejemplo el espíritu de protección al cine de Egipto, que durante años quintuplicaba el número de salas existentes en Marruecos gracias a un público fervoroso y el apoyo institucional.
Reconocimiento a su labor
En 2004, Noureddine Saïl se casó con la presentadora de televisión Nadia Larguet, convirtiéndose en uno de los matrimonios más estables de la industria cinematográfica y televisiva. En diciembre de 2020, Saïl murió por complicaciones relacionadas con el Covid-19. La noticia apareció, por deseo familiar, en los medios de comunicación nacionales y fueron muchos los que lloraron la desaparición del considerado padre espiritual del cine marroquí.
El reconocimiento institucional llegó en la 22 edición del Festival Nacional de Cine de Tánger, organizado por el Centro de Cine Marroquí. El ministro de Juventud, Cultura y Comunicación, Mohamed El Mahdi Bensaïd, no dudó en reconocer su papel al frente de la generación de pioneros que supo transmitir el amor al cine a los marroquíes. “El mejor embajador de nuestra cultura e identidad cultural”, señaló.
Y mientras políticos y directores de cine como Kamal Kamal le señalaban como auténtico impulsor del cine marroquí y destacaban su inestimable servicio a favor de la industria cinematográfica en los países árabes y africanos, su viuda destacaba su energía intelectual, su alta calidad humana y su incansable espíritu de lucha y superación. Gracias a la labor de Noureddine Saïl, y a su incansable defensa del cine y los actores nacionales, el cine marroquí tiene un hueco en el panorama internacional. Su amor por el séptimo arte sigue teniendo su reflejo en la vida de muchos ciudadanos marroquíes, que esperan cada estreno de la industria nacional y admiran a las estrellas de la gran pantalla.