Nelly Benatar, la Schindler marroquí que olvidó la Historia
Su nombre era Rachel Hélène Cazès, pero su familia la llamaba cariñosamente Nelly. Cuando se casó, cambió su apellido por Benatar y con el tiempo se le ha llegado a conocer como la “Schindler marroquí” porque ayudó a miles de judíos que llegaban hasta Marruecos huyendo del horror nazi.
A pesar de su valentía, su hazaña quedó en el olvido. Hasta que la investigadora Susan Gilson Miller oyó hablar de ella y, como si de un puzzle se tratara, comenzó a unir todas las piezas de los últimos años de su vida para reconstruir su historia, lo que dio lugar a un libro, “Años de gloria”, en el que por fin se hace justicia a su hazaña.
Primera abogada de Marruecos
Nelly nació en el seno de una familia judía de Tánger en 1898. Su padre, Amram, era empresario y asistente del cónsul de Brasil. Tras estudiar en la Alianza Israelita Universal de Tánger, con 19 años se trasladó junto a sus padres y sus cuatro hermanos a vivir a Casablanca, donde estudió Bachillerato.
Con 22 años recién cumplidos se casó con Moses Benatar, lo que no fue impedimento para que Nelly comenzara sus estudios de Derecho a distancia. Cuando obtuvo el título, ya avanzada la treintena y con dos hijos a su cargo, acudió al Colegio de Abogados de Casablanca para registrarse, convirtiéndose en la primera abogada de Marruecos.
Desde su juventud, Nelly Benatar siempre fue muy activa en las asociaciones de la comunidad judía marroquí. Y pronto descubrió que su posición privilegiada y su formación eran las más poderosas herramientas para ayudar a los innumerables refugiados que comenzaban a llegar a Marruecos huyendo del nazismo. Muchos lo hacían por tierra, procedentes de Argelia, y otros muchos llegaban en barco o en tren, con el deseo de comenzar una nueva vida en EE.UU.
Enfermos y desamparados por el protectorado francés de Vichy, no encontraban cómo salir adelante. Nelly Benatar comenzó por lo más básico: ofrecerles ropa, medicinas y un lugar donde dormir, en los tres campos de refugiados levantados en Casablanca. Después llegarían los salvoconductos, obtenidos a base de hablar con contactos y de reunir dinero de las más altas esferas judías asentadas en Marruecos.
Ayuda a los necesitados
Durante cinco años se dedicó en cuerpo y alma a arropar a los más necesitados. Nadie sabe a ciencia cierta a cuántos ayudó, porque no existía ningún registro, pero probablemente fueron más de 60.000 refugiados los que lograron salir adelante gracias al comité de asistencia que Nelly creó, movilizando a muchos de los 250.000 judíos que por entonces habitaban en Marruecos. y a sus contactos en el gobierno americano y francés, y en la élite marroquí.
Pero no solo prestó ayuda a los exiliados que llegaban a Marruecos procedentes de Europa. También fue a visitar a los prisioneros judíos y a los casi 4.000 españoles republicanos que estaban en el desierto, trabajando en las minas, y abriendo con sus manos los caminos destinados al Transahariano, con el que el régimen nazi pretendía sacar los preciados minerales de África hacia sus fronteras.
Nelly Benatar había conocido su situación por las cartas que la escribían los propios presos, conscientes de que en Marruecos había una abogada que luchaba por los derechos de los más desfavorecidos. Tras recorrer 1.700 kilómetros en coche en 1943, ser testigo de sus condiciones de vida sirvió para ayudarles en la lucha por su dignidad y derechos.
Llega el olvido
En los años 50, Benatar viajó a Nueva York, donde algunos de los refugiados que había logrado salvar le dieron una calurosa bienvenida. Allí dio conferencias, se encontró con líderes políticos y solicitó una financiación para seguir realizando su trabajo y conseguir que los refugiados judíos que todavía permanecían en Marruecos pudieran regresar al estado de Israel.
Llegó a ser la representante del Norte de África en el Congreso Judío Mundial. Pero su empeño no trascendió y no obtuvo reconocimiento a una labor mantenida en la sombra durante años. Se trasladó a París y allí murió en 1979, a la edad de 80 años. No hubo homenajes, ni calles con su nombre, ni placas dedicadas a su memoria. Solo sus hijos le dedicaron un último recuerdo a través de la inscripción que luce su lápida: “A nuestra amada madre, mujer heroica que ayudó a tantos necesitados”.
Y poco a poco la Historia fue olvidándose de ella. Hasta que llegó la investigadora Susan Gillson Miller y decidió reconstruir sus movimientos, reordenando casi 18.000 documentos proporcionados por la familia y varias instituciones. Cartas, facturas, recibos, notas y listas interminables de nombres fueron suficientes para conocer con detalle la dedicación absoluta de Nelly Benatar a ayudar a miles de refugiados.
Un reconocimiento tardío
Con la historia de Nelly, Susan publicó su libro “Años de gloria”, devolviendo a la abogada marroquí el reconocimiento que debería haber tenido en vida. En la presentación de su obra, la escritora destacó no conocer la razón por la que Nelly Benatar nunca fue reconocida. Quizá por ser mujer. Tal vez por ser judía. Pero lo cierto es que, a raíz de la publicación del libro, la abogada comenzó a ser conocida como la Schindler marroquí.
Humana, políglota, culta y entregada. Así se dibuja a Benatar en el libro, insistiendo en la idea de que a Nelly la Historia la olvidó tras haber salvado y devuelto la dignidad a miles de judíos. El libro que cuenta su hazaña, “Años de gloria”, de Susan Gillson Miller, ha permitido resarcirla de un olvido injusto y ha hecho que su entrega a los más necesitados fuera, por fin, reconocida.