Moulay Ismail: mitos y realidades del emir marroquí
Mulay Ismaíl fue emir de Marruecos de 1672 a 1727. Perteneciente a la dinastía alauita, permaneció más de medio siglo ejerciendo su cargo, lo que le convierte en uno de los monarcas más longevos de Marruecos y, probablemente, el que más interés ha despertado, tanto por su forma de gobernar, como por todas las leyendas que giran alrededor de él.
Sean mitos o realidades todas las curiosidades que sobre su figura han llegado a nuestros días, lo cierto es que su determinación está fuera de toda duda. A pesar de que llegó por casualidad a su cargo, se encargó de trazar un plan estratégico para organizar el país y reconquistar terreno en manos extranjeras, ganándose a pulso el sobrenombre de “sanguinario”. Y por el camino, tuvo tiempo de engendrar más de mil hijos, según cuentan las crónicas de la época.
Hazañas de Mulay Ismaíl
Mulay Ismaíl llegó al trono en 1672, año en el que su hermano, Mulay al-Rashid, murió en un accidente de equitación. La herencia que encontró fue un territorio agitado y rebelde, que enseguida le hizo comprender que no podría dominar sin mano de hierro.
Tras autoproclarmarse en Fez como nuevo emir de Marruecos, a pesar del deseo de su hermano Muley Hassan y su sobrino Ahmed Ibn Mahraz de ocupar el trono, su primer paso fue recordar a su pueblo que era descendiente de Mahoma y asegurarse así un gobierno absolutista que tomaba como base el Islam. Por otra parte, el emir introduce las armas y las técnicas militares europeas más avanzadas en su ejercito nacional. Se ponían así las bases para pacificar un reino lleno de luchas locales y tribales, poniendo el foco a su vez en los territorios por los que merecía la pena batallar en el extranjero.
El nuevo emir de Marruecos, comenzó su reinado con la exhibición de 400 cabezas por las calles de la ciudad de Fez, la mayor parte de ellas de sus enemigos. Después, reclutó un ejército de más de 150.000 efectivos entre esclavos negros, antiguos cristianos y emigrantes andalusíes, árabes y sudaneses. Al mando de todos ellos había un cuerpo conocido como “La Guardia Negra”, formado por 16.000 hombres de élite. Con él hizo frente a España, cuya monarquía vivía un punto de inflexión por el cambio de los Habsburgo a los Borbones, logrando conquistar La Mamura, Larache, El Garb y Alhucemas.
Se enfrentó también a los otomanos, fuertes aún en Argelia, y también echó a los ingleses de Tánger y a los franceses de Larache, Arcila, Rabat y Salé, si bien posteriormente encontró en Francia a una aliada para luchar frente a enemigos comunes. Hasta tal punto estaba cerca de Luis XIV que, además de firmar con él un tratado comercial que le proporcionaba armas, tuvo la osadía de solicitarle la mano de una de sus hijas, Mariana de Borbón, para tomarla como esposa en 1691.
La petición fue rechazada, pero a cambio el Rey Sol le dotó de ingenieros y militares franceses que le ayudaron a alcanzar su gran sueño: convertir Meknes en la capital de Marruecos y una ciudad próspera, donde centralizó el gobierno, comenzó a dirigir sus míticas campañas militares, reestructuró el país y estableció su hogar.
La transformación de Meknes
En 1675, la capital se traslada de Marrakech a Meknes, en una decisión tomada por Mulay Ismaíl como huida del poder del poder de la nobleza en dos de las ciudades más destacadas de Marruecos en aquel entonces, Marrakech y Fez.
Fiel conocedor del potencial de Meknes, una ciudad de la que ya había sido gobernador, y con el fin de cumplir su sueño de hacer una capital a imagen y semejanza de sus deseos, el emir decide comenzar de cero y reformarla por completo. Comienza la construcción de una gran muralla, con un perímetro de 40 kilómetros y enormes puertas de acceso. Las obras estuvieron a cargo de más de 30.000 cristianos cautivos y prisioneros que aunque trabajaban hasta la extenuación podían considerarse afortunados con su situación, ya que la otra opción era ser encerrados en mazmorras para ser torturados hasta la muerte.
Una vez protegido con la muralla, levantó su gran palacio, desde donde siguió profundizando en su gran pasión, la teología, y dirigió sus contiendas militares, con unas caballerizas que podían alojar hasta 12.000 monturas de su fiel ejército.
Mulay Ismaíl destruyó parte de la ciudad para levantarla de nuevo a su gusto, con mezquitas, graneros, jardines y alcazabas para detener a los bereberes más díscolos y los posibles ataques extranjeros. También dio a los soldados mujeres para que pudieran procrear hijos que le serían fieles desde el nacimiento. Todos los niños, desde pequeños, pasaban a recibir formación para ser soldados, y a los quince años eran incorporados a filas.
Para borrar la huella de anteriores dinastías y decorar sus mansiones, se desmantelaron algunos de los edificios más lujosos del país, que fueron aprovechados para sus construcciones en Meknes, bajo la idea de construir una rica ciudad, a imagen y semejanza de Versalles. Los proyectos arquitectónicos se sucedían uno detrás de otro, y si una vez acabados no eran del agrado del emir, se derribaban para ser construidos de nuevo de cero.
Entre otros lujos, Mulay Ismaíl consiguió reunir un harén con más de 500 bellas mujeres procedentes de todas las regiones del reino e incluso de países remotos, pues se cuenta que entre sus concubinas se encontraba incluso una dama irlandesa, Mrs. Shaw. Cuatro de ellas llegaron a ser sus esposas, y el resto fueron las concubinas con las que comienza la otra cara de la moneda por la que se conoce al emir: su gran fertilidad, que mitifica su leyenda.
Más de mil hijos
La vida del emir se conoce, principalmente, por el libro “Historia del reinado de Mulay Ismaíl”, escrito por Dominique Busnot en 1714, que narra su vida y sus hazañas. Busnot estuvo en Marruecos en tres ocasiones y llegó a conocer bien al emir, y en el momento de la publicación del libro, en 1714, ya se da a conocer que tenía 888 hijos, cifra con la que ha pasado al Libro Guinness de los Récords. Algunos expertos consideran que, teniendo en cuenta que murió a los 82 años, la cifra de vástagos podría llegar a más de 1.100.
Ante las lógicas dudas acerca de si esta cifra podría ser factible, la matemática austriaca Elisabeth Oberzaucher, de la Universidad de Viena, hizo una simulación informática y llegó a la conclusión de que era teóricamente posible tener tantos hijos manteniendo al menos una relación al día durante 32 años de forma ininterrumpida. En cualquier caso, la investigadora señalaba en su artículo, publicado en Plos One, que ni siquiera eran necesarias 500 mujeres para llegar a este número tan abultado de hijos. Con un harén entre 65 y 110 mujeres hubiera sido suficiente.
La matemática austriaca concluía que, probablemente, la finalidad del emir a la hora de tener tantas mujeres e hijos era estratégica. Teniendo a tantas mujeres a su única disposición quitaba de distracciones a sus guerreros para que pudieran concentrarse en las hazañas bélicas. De hecho, la leyenda dice que cualquier sospecha de adulterio en su harén era severamente castigada. A la mujer se le cortaban los pechos y se le arrancaban los dientes, para después ser estrangulada a manos del propio emir. Los hombres, por su parte, también eran asesinados en cuanto osaban mirar a alguna de las concubinas, aunque no se hubieran producido miradas lascivas.
Se sabe que Mulay Ismaíl tenía una esposa favorita. Se llamaba Lalla Aisha Mubarka, aunque tras dar a luz a Zaydan, hijo del emir, pasó a llamarse Zaydana. Al parecer, la concubina tenía cierta influencia sobre el emir y elaboró un plan para que su hijo favorito, Mohammed al-Alim, traicionara a su padre y pasara a proclamarse emir de Marruecos. Cuando Mulay Ismaíl se enteró de la rebeldía que se estaba tramando contra él mandó amputar el brazo izquierdo y la pierna derecha a su hijo, con el fin de que sirviera de ejemplo ante quienes osaran atentar contra su poder.
Un legado de luchas internas
A pesar de que algunos hijos se rebelaron contra el emir a lo largo de su reinado, ninguno consiguió apartarle del trono. La muerte de Mulay Ismaíl, como era de prever, trajo consigo un caos total en el país.
Su sucesor fue su hijo favorito, Muley Ahmed, pero enseguida se vio que no tenía el carácter, la energía ni el carisma de su padre, que lo mismo recibía al Rey de Francia con sangre en las manos que presumía de haber matado con sus propias manos a más de 30.000 personas a lo largo de su vida, muchos de ellos sirvientes incapaces de hacer las cosas como él deseaba. Tras la muerte del emir hubo innumerables luchas civiles entre sus sucesores. Siete de ellos llegaron a acceder al trono a lo largo de las siguientes décadas.
Lo que ha sobrevivido a la figura de Mulay Ismaíl ha sido Meknes, conocida como “la Versalles de Marruecos” y Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO desde 1996. Paseando por la ciudad se puede sentir la influencia del emir, que falleció en 1727 y hoy descansa junto a una de sus esposas y dos de sus hijos en un mausoleo. Se puede visitar, si bien solo los musulmanes pueden acceder a su tumba.
Su construcción elegante, decorada con exquisitos azulejos, mosaicos, yeso labrado y techos de madera, mantiene vivo su recuerdo. De fondo, un reloj da las horas en el silencio del mausoleo. Es el reloj que le regaló a Mulay Ismaíl su gran aliado, Luis XIV, que hoy sigue funcionando, cuatro siglos después.
Si algo no se puede negar es que el emir Mulay Ismaíl fue un estratega. Se encontró con un país que era un caos y lo recondujo a base de centralizar el Gobierno y desarrollar una estrategia militar que puso freno a las luchas tribales y consiguió destacados territorios de manos enemigas, aliándose con Francia. Sin embargo, aunque reestructuró Marruecos y se ganó con creces su fama de sanguinario, ha pasado a la historia como el hombre que tuvo más de mil hijos con medio centenar de concubinas.
Fue precisamente el deseo de perpetuidad de Mulay Ismaíl el que, a su muerte, vuelve a conducir el país en un caos de luchas entre potenciales herederos al trono, lo que devolvió a Marruecos al mismo caos que el emir intentó evitar. Para algunos, la vida del Mulay Ismaíl fue un paréntesis, una elipsis con un mismo principio y final. Una paradoja del destino que cierra el círculo, con luchas internas y la vuelta de la capital a Fez. En cualquier caso, Mulay Ismaíl se mueve entre la realidad y la leyenda. Y a pesar de toda su acción política, de él se recuerda su versión más novelesca. Y de momento, nadie le ha arrebatado su puesto en el Libro Guinness de los Récords.