Grafittis y arte callejero en Rabat: los muros de la ciudad se visten de colores
En Rabat, los grafiteros se elevaron a la consideración de artistas urbanos en 2015, cuando la ciudad acogió la primera edición el Jidar, toiles de rue, un festival que convirtió los muros de la ciudad de auténticas obras de arte.
Hoy, cinco ediciones más tarde, diferentes barrios de Rabat lucen orgullosos sus creaciones artísticas. Murales de dimensiones colosales que no dejan indiferentes a los viandantes. Cuadros gigantescos llenos de significado que han animado a quienes tienen gusto por las pintadas callejeras de una manera controlada, a imagen y semejanza de los artistas contemporáneos.

Artistas urbanos internacionales
Jidar significa “muro” en árabe, lo que motivó que la convocatoria de artistas urbanos se llamara así. Organizado por la asociación de música independiente y sin ánimo de lucro EAC-L’Boulvart y la Fundación Nacional de los Museos, el festival decidió convertir los muros desnudos de los edificios en toda una explosión de color.
Las ediciones que se han celebrado del Jidar, toiles de rue, han acogido a numerosos artistas urbanos internacionales. Pintores marroquíes, griegos, alemanes, colombianos, mexicanos, españoles, chilenos, italianos, franceses, estadounidenses y argentinos, entre otras nacionalidades, han dejado su impronta en todos los barrios de la ciudad. Desde la plaza de Bab El Had al céntrico barrio de Hassan, pasando por la explanada de la Biblioteca Nacional, la avenida Hassan II, El Manal o el barrio del Agdal. Con cada edición, la ciudad se iba llenando de color.

La trascendencia del street art
Durante una semana, los artistas realizan sus lienzos gigantes y cada uno cuenta su propia historia. Lienzos gigantes en continua comunicación con los ciudadanos, llenando de cultura las calles. Un reconocimiento que ha llegado hasta el mismo Museo Mohamed VI, que tiende puentes entre el arte urbano y el contemporáneo cediendo sus propios muros para lucir las pinturas de los artistas que acuden al festival. Así, el museo permite usar sus seis fachadas, que van rotando para lucir los murales durante tres años consecutivos y, transcurrido este tiempo, dar paso a otros nuevos.
Con la llegada de los artistas, la ciudad organiza una serie de eventos, como encuentros, conferencias, documentales y talleres. Los grafiteros de la ciudad se reúnen con los artistas, que ofrecen clases magistrales sobre muralismo. De esta manera los jóvenes tienen la oportunidad de aprender de los maestros. Incluso existe la opción de disfrutar de un taller que consiste en pasar un día entero con los artistas. Una posibilidad de aprendizaje que las nuevas generaciones no dejan escapar.

Historias a golpe de pincel
Y así, los muros de Rabat se van llenando de historias, aunque Jidar no tiene como objetivo embellecer la ciudad, sino explorar el street art, al tiempo que se consigue un hilo narrativo entre los diferentes barrios. Muchos las definen como joyas pictóricas y otros tantos como prodigios del arte moderno. Una explosión de colores creados a golpe de pincel e imaginación. Un salto del Rabat más tradicional al más cosmopolita, que deja atrás el movimiento protesta del grafiti para elevarlo a la categoría de creación artística.
El combate entre un humano y un tigre, retratos generacionales, grafía árabe con fondos oceánicos, una campesina con sus ovejas, un retrato psicodélico, robots y fantásticos animales circenses, un hombre que abraza al mundo… cada mural es una huella en la gran urbe y un respiro para quienes buscan un horizonte más allá del cemento y el hormigón.

Jidar, toiles de rue se ha convertido en un festival de referencia para las nuevas generaciones de artistas urbanos y, de paso, ha contribuido a hacer las calles de Rabat más amables y habitables. La gran mayoría de los barrios de la ciudad ya disfrutan de algún muro decorado. Son gigantescos lienzos con alma. Atrás queda el tiempo en el que pintar esos muros era considerado un delito. Hoy, quizá lo único que permanezca en las pinturas sea ese espíritu rebelde y esas ganas de cambiar el mundo a través de la pintura. Solo se necesita un artista, pinceles y una grúa. Y el resultado ya forma parte del legado artístico de Rabat.