Moussem de Imilchil: una fiesta de nómadas bereberes del Alto Atlas marcada por la tradición
Los pastores, llegados de todas las partes de esta región del Valle del Assif Mellou, se encuentran en una explanada cerca del Morabito de Sidi Ahmed Oulmghani, santo varón que luchó contra los portugueses en la costa atlántica y vino a morir a estas tierras del Atlas. Lo primero que hacen es acudir a rezar al santo. Después, hay tiempo suficiente, en los tres días que dura la fiesta, para reencontrarse con los viejos amigos, comer con ellos y negociar los productos que se han venido a buscar, desde cereal a forraje para el ganado. Cualquier artículo es bueno para hacer más llevadero el rigor invernal en el Atlas, probablemente uno de los lugares más extremos de Marruecos, junto con el entorno del Sáhara. Quien haya realizado un viaje al desierto puede imaginarlo, pues definitivamente ambos lugares están unidos por su condición nómada.

El Moussem de las Novias
El Moussem de Imilchil ha ido cambiando con el paso del tiempo. Antiguamente tenía una fecha indeterminada a finales de verano, porque estaba relacionado con el fin de la cosecha. Hoy en día, como consecuencia de la presión de haberse convertido en una fiesta de interés turístico, se estableció inicialmente que pasara a celebrarse a finales de Agosto y posteriormente a mediados de septiembre.
También se le cambió el nombre. El siempre conocido como Moussem de Imilchil pasó a ser denominado en el calendario marroquí con el pomposo nombre de “Festival de Música de las Cimas”. Sin embargo, pocos son los que conocen la fiesta por esta nomenclatura. Para casi todo el mundo sigue siendo el Moussem de las Novias. La razón hay que buscarla en una tradición ancestral, ya que antiguamente el encuentro servía para que hombres y mujeres de las tribus bereberes tuvieran ocasión de conocerse, gustarse y casarse.
Durante los días que duraba la fiesta se procedía a la firma de las actas de estas bodas colectivas. El acuerdo estaba claro: si al cabo de un año la boda no convencía a alguna de las partes, el matrimonio se disolvía y cada miembro de la pareja volvía con su respectiva familia. No se permitía la poligamia y la mujer tenía poder de decisión.
Fueron precisamente estas bodas colectivas las que comenzaron a atraer el turismo. Los extranjeros se sentían fascinados por los trajes de las mujeres casaderas, vestidas con un mantón de lana a rayas blancas y negras, o negro con finas rayas de colores. Las viudas y divorciadas, con un tocado terminado en forma cónica. Las jóvenes, con uno plano, mientras que los novios vestían elegantemente con trajes de color claro y preciosos turbantes blancos.

La diversión de los Ait Hadiddou
Hoy, poco queda de aquel ritual que ponía de manifiesto las tradiciones étnicas y culturales de esta comunidad rural. Aunque hoy en día la fiesta sirve como lugar de encuentro de los jóvenes casaderos, ya prácticamente no se celebra este tipo de bodas. Los nómadas bereberes prefieren casarse en la intimidad y no frente a la cámara de los turistas.
En cualquier caso, merece la pena acudir al Moussem de Imilchil para empaparse de un ambiente festivo típicamente bereber. El jueves anterior a la fiesta ya comienza a verse un cierto ajetreo en la ciudad de Ait Hamar, el pueblo más cercano al lugar donde se desarrolla propiamente el moussem. Los nómadas de la tribu de los Ait Hadiddou, procedentes de toda la región, van llegando con sus animales.

Al día siguiente se levantan los puestos. Artesanos, comerciantes, barberos, curanderos, dentistas, herreros, aguadores y vendedores de ropa o ganado se pasean por la zona o exponen su mercancía en tenderetes, en un improvisado zoco lleno de vida. En un lado se negocia y en el otro se come en improvisados puestos de carne a la brasa, frituras o dulces, y por la noche se baila al son de la música popular. Un poco más alejado podemos ver el lugar destinados a los animales, con decenas de caballos, asnos y mulos.
El domingo toca recogida. La fiesta ha llegado a su fin, los turistas guardan sus cámaras y se dirigen a Marrakech, una de las grandes ciudades más próximas. Los pastores nómadas bereberes, en cambio, se despiden hasta el próximo año, deseándose un buen invierno. El Moussem de Imilchil es uno de los festejos con más tradición de Marruecos. Aunque ya no se celebren bodas colectivas, sigue conservando su sabor típicamente bereber.
Un festival que nos recuerda que, a pesar de las adversidades, siempre hay momento para la diversión. Tras el moussem, los Ait Hadiddou se dirigen a sus quehaceres diarios con la confianza que da haber cumplido sus deberes religiosos, haber hecho el mejor negocio y, tras tres días de fiesta, tener el corazón lo suficientemente acolchado como para hacer frente a todos los temporales que el invierno pueda traer.
Todas las imágenes de este artículo pertenecen a la fotográfa Tatiana Pankratof y han sido publicadas con su permiso.