Festival de los Andalusíes Atlánticos de Essaouira: fusión de flamenco y los sonidos de Al-Ándalus
El Festival de los Andalusíes Atlánticos tiene lugar en Essaouira, la preciosa ciudad marroquí que se asoma al océano. Con un pasado que se refleja en un puerto fenicio, murallas de la época de sometimiento portugués y una historia común conformada por amazighs, árabes musulmanes y judíos, probablemente no habría mejor localización en el planeta para un festival que aúna músicas, culturas y religiones.
El Festival de los Andalusíes Atlánticos tiene lugar en octubre. Se trata de un encuentro organizado por la Junta de Andalucía junto con la Fundación Tres Culturas a través de la Agencia Española de Cooperación Internacional al Desarrollo y la Fundación Essaouira-Mogador. Durante los días que dura el encuentro, Marruecos y Andalucía se dan la mano en un tándem cultural que pone en valor las conexiones entre la música andalusí y un flamenco convertido en Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO.

Músicas en común
El mejor legado que puede ofrecer el festival a los centenares de visitantes que atrae es la raíz que comparten sus músicas. Nada nuevo en una ciudad que tiene en su riqueza multicultural una de sus señas de identidad, reflejada en las diferentes culturas que, asentadas en estas tierras, comparten mutuas influencias.
A lo largo del siglo XX Essaouira se fue transformando de pequeña localidad de pescadores a emblema de la libertad. De aquellos años en los que la playa de Sidi Kauki era tomada por visionarios a la Essaouira actual, donde se pueden encontrar establecimientos chill out en su paseo marítimo, riads cinco estrellas en la medina, establecimientos para surferos y baños públicos donde todos son bienvenidos. Una tierra de espiritualidad compartida que acoge en cada festival a cientos de judíos, musulmanes marroquíes y viajeros venidos desde todas las latitudes. Todos con ellos con ganas de escuchar buena música de sabor andalusí.

Una ciudad como escenario
La oferta del Festival de los Andalusíes Atlánticos, a veces con una mirada de vuelta a los orígenes y otras veces atrevidamente audaz, hace perfecta una estancia en esta ciudad costera, bañada por el clima otoñal, una luz única y el sabor de antaño. Son días de conciertos, descansos en la plaza, tés en el puerto y paseos por las calles de la medina, llenas de vida.
A la sombra de su programa que ha acogido en ediciones pasadas figuras como Pasión Vega, Juan de Mairena, Marina Heredia, Anabel Veloso o Paco Ibáñez, Essaouira se convierte en un gigantesco escenario de encuentro entre culturas, tal y como lo definió en su día el fundador del Festival de los Andalusíes Atlánticos, André Azoulay, de origen sefardí. En los conciertos, que tienen lugar en escenarios de la Sala Dar Souri y Bab El Menzeh, se reencuentran músicos del arco mediterráneo que exhiben la herencia judeo-árabe y el nexo común entre la música evocadora de Al-Ándalus y el más puro flamenco andaluz. El valor añadido de la conexión existente entre géneros hermanos.

Calles llenas de vida
Además, como actividades paralelas al festival, se celebra un foro al que acuden intelectuales, políticos, artistas y pueblo llano, que debatirán durante dos días para pasar a exponer sus conclusiones en la sala Dar Souiri. Cualquier persona interesada puede acceder a la sala de forma gratuita, hasta completar el aforo.
Durante los días que dura el festival, la población de Essaouira, con cerca de 70.000 habitantes, crece con la llegada de músicos, pintores y artesanos de diferentes nacionalidades. Las calles, plazas y cafés se convierten en espacios de convivencia donde se respira arte. Un sinfín de exposiciones, talleres, carreras de caballos en la playa, excelente gastronomía y castillos de fuegos artificiales terminan de dar forma a unos días en los que se celebra estar vivo.
El Festival de los Andalusíes Atlánticos de Essaouira recoge durante unos días la herencia de las Tres Culturas del Mediterráneo y llena sus calles de música andalusí, sonidos judeo-árabes y el flamenco más actual para descubrir que todos esconden el gusto de la humanidad por el arte. Un recuerdo del gran patrimonio cultural y musical que nos define.