El Desierto de los Niños: solidaridad y aventura en Marruecos
Cada Semana Santa desde hace ya 15 años, El Desierto de los Niños recorre el corazón de Marruecos llevando material escolar y realizando revisiones oftalmológicas en pueblos remotos. La Fundación Alain Afflelou es uno de los colaboradores que cada año se une a esta caravana solidaria con un único objetivo: mejorar la salud visual y la calidad de vida del mayor número de personas posible. Un viaje solidario al que se enfrentan con espíritu aventurero y una enorme ilusión.

La problemática: la salud óptica en el desierto
Las revisiones oftalmológicas son de gran utilidad para personas que viven el desierto de Marruecos, quienes presentan afecciones visuales muy específicas por su continua exposición al sol. Aquí se encuentran problemáticas poco habituales en otros lugares, como altísimas dioptrías, cataratas precoces y opacidades corneales. Además, al carecer de revisiones periódicas, muchos marroquíes presentan agudezas visuales inferiores a lo normal.
Los ojos de los habitantes del desierto de Marruecos sufren más al estar sometidos a una incidencia permanente a la luz del sol sin la protección adecuada. La falta de recursos hace que gran parte de la población de estos lugares tan remotos no tenga medios ni recursos económicos para acceder a unas gafas. De cada diez revisiones oftalmológicas realizadas, seis personas necesitaban lentes.

Seis voluntarios y 3.500 kilómetros
Los ópticos-optometristas aprovechan la ruta para atender las necesidades de aquella población local que presenta problemas visuales. Afirman que, aunque van para ayudar, son ellos los que salen más reconfortados de la experiencia. Y todos coinciden en que ver sonreír a niños y mayores es, sin duda, la mejor recompensa que pueden tener.
En la última edición de El Desierto de los Niños, el equipo de Alain Afflelou que formó parte de la caravana solidaria estaba compuesto por seis voluntarios.

Realizaron un circuito por el Desierto partiendo de Tarifa en dirección a Tánger, para desplazarse después a Marrakech y de allí a Boumalne Dades. Tras dormir en el desierto, bajo un inconmensurable cielo estrellado, continuaron hasta Merzouga y Erg Chebbi, y después hasta Erfoud y Nador.
En tan solo ocho días recorrieron más de 3.000 kilómetros y pudieron graduar la vista a un total de 708 personas, regalando gafas graduadas y gafas de sol a quienes más las necesitaban. Dicen los voluntarios que devolver la vista a una persona que apenas ve por no poder disponer de gafas resulta muy gratificante.

Una experiencia cargada de emociones
Para los profesionales voluntarios de El Desierto de los Niños, el carácter amable y abierto de la población marroquí ha permitido crear unos fuertes lazos de unión. En su camino, los especialistas conocieron a decenas de personas capaces de contagiarles su energía e ilusión por la vida.
Un viaje solidario de las características de El Desierto de los Niños es, probablemente, la mejor oportunidad para vivir intensamente los paisajes marroquíes y convivir con la población local. Al atardecer, los niños españoles jugaban con los chiquillos locales, mientras los mayores disfrutaban de un té. Y detrás, como marco incomparable, las interminables dunas. Una experiencia única, inolvidable y cargada de emociones en el corazón de Marruecos, donde todo tiene el color de la autenticidad.