El Puente Natural de Imi n’Ifri y las leyendas bereberes que le dan fama
Este puente natural, cincelado a fuego lento a través de los siglos, une dos montañas separadas por el río Mehasseur, que se abre paso por el terreno en forma de arrolladoras cascadas. Para observarlo en toda su plenitud lo más recomendable es descender por uno de los lados de la garganta y subir por el otro. Hay que extremar la precaución, ya que el agua que salpican las cataratas puede hacer resbaladizo el terreno.
Ogros y amantes
Imi n’Ifri significa en bereber “la puerta del abismo”, aunque muchos conocen el lugar como “la Gruta del Ogro”. Los abuelos cuentan a sus nietos que esta zona era el refugio de un ser gigante y malvado que aterrorizaba a la población del entorno. La garganta, enmarcada por el puente, sería el bostezo del monstruo que atemoriza a los niños locales.
Las mujeres de la zona, sin embargo, prefieren explicar el nacimiento el puente de Imi n’Ifri con una leyenda mucho más romántica. Se dice que cada una de las montañas representa a dos amantes que vivían locamente enamorados. Sus familias no permitieron ese amor y los mantuvieron separados. Pero una noche, los amantes se encontraron, unieron sus manos, y se convirtieron en piedra, para poder estar juntos durante toda la eternidad. Esta es la razón por la que, hoy en día, muchas novias acuden a este lugar para celebrar sus rituales antes de la boda. Los cánticos y los tambores que hacen tocar las bereberes retumban en el lugar, cuya acústica natural amplifica el eco creando un ambiente casi irreal.

Otras leyendas bereberes
El puente de Imi n’Ifri no es el único espacio natural cuyo origen es explicado por leyendas bereberes. Los lagos Tislit e Iseli, dos de las cinco lagunas de Imilchil en el Alto Atlas, son otro ejemplo. Cuenta la leyenda que hubo una época en la que se secaron las fuentes de toda la región salvo las de Imilchil, así que dos de las tribus de los Ait Haddidou, tradicionalmente enfrentadas, tuvieron que turnarse para abastecerse. Los Ait Yazza tomaban agua por la mañana y los Ait Brahim por las tardes. Un día, una muchacha de la primera tribu se retrasó y coincidió con un joven de la otra tribu enemiga. Se enamoraron perdidamente, pero las familias impidieron su unión, lo que provocó que los amantes lloraran tanto que originaron los lagos que llevan su nombre.
Las dunas de Erg Chebbi, en el desierto de Merzouga, también tienen su leyenda. Cuentan los lugareños que hace tiempo una mujer y sus hijos, llegados desde muy lejos, pidieron cobijo en las casas locales, pero nadie quiso abrirles sus puertas. Dios contempló la escena y, enfadado por la situación, dejó sepultada la ciudad bajo la arena, de ahí las dunas que nos podemos encontrar en este desierto.
Los bereberes son un pueblo repleto de leyendas, que pasan de generación en generación. Poco importa si el puente del Puente de Imi n’Ifri representa a un ogro o a dos amantes enamorados. Ni tampoco si los lagos de Imilchil fueron formados por lágrimas enamoradas o si las dunas del desierto esconden a un pueblo fantasma. Lo mejor es contemplar, recorrer y disfrutar de todas estas maravillas naturales que esconde Marruecos bajo el prisma de la imaginación.