El arte contemporáneo en Marruecos
Si volvemos la vista hacia Marruecos probablemente asociemos el país a tradiciones milenarias y lugares que permanecen inalterables al paso del tiempo. Y sin embargo, el país, que nunca defrauda en sus contrastes, siempre ha tenido un anhelo de modernidad que se ha reflejado en su arte.
Hablar del arte contemporáneo en Marruecos es viajar en el tiempo hasta mediados del siglo XX, cuando los autores decidieron romper con el academicismo artístico tradicional y comenzar un viaje de exploración que nos lleva hasta hoy en día, con artistas destacados en el panorama internacional y diferentes ciudades abiertas a nuevas experiencias, que se proclaman abanderadas de las nuevas vanguardias.
Trilogía Marroquí
Ya nadie duda que el arte contemporáneo en Marruecos ha encontrado su lugar el mundo. Prueba de ello es la exposición Trilogía Marroquí 1950-2020, que promovida por la Fundación Nacional de Museos de Marruecos y el Ministerio de Cultura español ha estado expuesta en el Museo Nacional de Arte Reina Sofía de Madrid.
Durante seis meses, los visitantes han podido admirar de cerca las piezas que muestran la diversidad de iniciativas y la vitalidad de los debates artísticos que proporciona Marruecos. Un intercambio entre disciplinas artísticas que se ha convertido en uno de los paradigmas que definen actualmente el arte contemporáneo en este país, que sigue viviendo en una efervescencia que no parece haber tocado techo.
El despertar artístico
Si nos remontamos a mediados de siglo XX encontramos que los artistas marroquíes que habían tenido la oportunidad de estudiar en las principales capitales artísticas internacionales, como Mustapha Hafid, Mohamed Chabâa o Farid Belkahia, comienzan a cuestionarse el modelo tradicional del arte que se enseñaba en Marruecos, lo que supone una radical ruptura con el sistema artístico implantado.
La Escuela Nacional de Bellas Artes de Tetuán había formado a la primera generación de pintores marroquíes. Algunos prosiguieron su formación en instituciones españolas, como la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid, mientras que otros lo hicieron becados en EE.UU, como Mohamed Melehi, quien gracias a una beca de la Fundación Rockefeller tuvo la oportunidad de entrar en contacto con artistas locales neoyorkinos como Frank Stella y Jasper Johns.
Era el momento de hacer evolucionar la educación artística que se estaba impartiendo en lugares como la Escuela de Bellas Artes de Casablanca, que se convierte así en una auténtica propulsora de la modernidad de la mano de autores como Ahmed Cherkaoui, que fusiona la iconografía tradicional marroquí con la estética modernista. En lienzos de este autor, como Talismán rojo o Las tres hermanas, se utiliza como referencia los tatuajes de las mujeres bereberes, mientras que otros artistas como Jilali Gharbaoui utilizan caligrafía árabe en su obra. El conocido como Grupo de Casablanca se mantuvo activo hasta mediados de la década de los 60.
Artistas autodidactas
En los llamados “años de plomo”, que abarcan hasta fin de siglo, la producción cultural y las prácticas vanguardistas experimentan un gran desarrollo. La llamada Generación Beat comienzan a expandirse por Marruecos, tomando como epicentro Tánger, convertida en una urbe de ambiente cosmopolita, ideal para las vanguardias. Surgen las publicaciones alternativas, los festivales y las bienales independientes. A las técnicas pictóricas se le une la poesía y el teatro, y se asienta un arte no académico, fruto de la inquietud de artistas autodidactas, entre ellos mujeres que no habían tenido la oportunidad de formarse, pero que rebosaban sensibilidad y talento.
Es el caso de Mohamed Larbi, un pescador de Tetuán que por la mañana pescaba y por la tarde pintaba sobre cajas de cerillas. Y Chaïba Talal, que fue obligada a casarse a los 13 años. Un año más tarde tuvo un hijo y al año siguiente se quedó viuda. Sin haber podido asistir a la escuela, y sin recursos, no le quedó más remedio que servir en casas de familias pudientes de Casablanca. Por la mañana fregaba suelos de rodillas y por la noche, en la soledad de su habitación, pintaba. Una vida de aprendizaje continuo y automotivación que le llevó a ser una de las artistas más importantes de Marruecos sin pisar una academia de Bellas Artes.
La mirada crítica de la modernidad
En la década de los 80 vuelve a surgir una nueva corriente contemporánea que irrumpe en el panorama artístico marroquí con novedosos planteamientos. En esta época destacan artistas como Mounir Fatmi o Mohamed El Baz, precursores de los jóvenes artistas que estrenan el siglo XXI rompiendo, una vez más, con el pasado, desde un plano no solo técnico, sino también simbólico.
Bajo el nombre de Generación 00, y apoyados por las nuevas tecnologías, los artistas entablan contacto más allá de los circuitos convencionales y la presencia de mujeres artistas es ya muy destacada. En sus obras se escucha un grito que no es más que una reflexión crítica al papel de la mujer en la sociedad marroquí.
Son artistas que buscan provocar reacciones en el espectador. Un ejemplo lo tenemos en en el pintor de origen marroquí André Elbaz que, con el fin de exponer la realidad marroquí del pueblo llano, troceó sus cuadros y metió los pedazos en 184 taros de cristal, exponiéndolos bajo el título La Destrucción o la obra. Urnas y laceraciones.
El arte en Rabat
No solo el mundo ha vuelto la vista hacia el arte moderno que se produce en Marruecos. Los mismos marroquíes se muestran curiosos ante nuevas formas artísticas que no siempre se entienden pero que, sin embargo, hacen sentir. Y al compás de estas nuevas inquietudes surgen museos y centros artísticos que nos enseñan que el arte en este país está más vivo que nunca.
El Museo de Arte Moderno Mohammed VI, inaugurado en 2011 en Rabat, fue quien dio el pistoletazo de salida, albergando obras de vanguardia de unos 200 artistas locales. Fue la primera institución en dedicarse por completo a las artes modernas y contemporáneas, y tiene como objetivo cubrir la evolución artística de la creación marroquí desde principios del siglo XX hasta el momento actual.
A la sombra del museo y del ambicioso Gran Teatro proyectado por la arquitecta Zaha Hadid se desarrolla la Bienal de Rabat, una feria de arte moderno que se organiza cada dos años. Durante tres meses se tiene la oportunidad de visitar una veintena de espacios públicos, donde se exponen las obras de decenas de artistas de diferentes países.
De Marrakech a Casablanca
Por su parte, Marrakech es otra de las grandes ciudades en donde el arte moderno marroquí tiene cabida. El Museo Al Maaden de Arte Africano Contemporáneo, inaugurado en 2018, presenta obras como la de los marroquíes Hicham Gardaf o Faouzi Laatiris. En esta ciudad, además, está la galería D&Co, donde se puede ver la obra de los artistas más innovadores del panorama contemporáneo marroquí. Destaca la de Hicham Moussahim, el escultor local que ha recibido reconocimiento internacional con sus figuras alargadas, de desproporcionadas extremidades.
Y de Marrakech a las galerías de Casablanca, como L’Atelier 21, y a las de Tánger, como la Galería Coniel o Dar D’art, o la de Mohamed Drissi, que acoge exposiciones temporales de artistas de vanguardia locales y extranjeros.
El arte contemporáneo en Marruecos, que comenzó a mediados del siglo pasado, no ha tocado techo. Apoyados en los artistas que se abrieron camino en los vericuetos del arte moderno, muchas ciudades marroquíes muestran orgullosas las obras de sus artistas locales, empeñados en demostrar al mundo que en Marruecos las tradiciones pueden convivir con las vanguardias.