Palabras árabes en español: muchas más de las que imaginas
El español contiene centenares de palabras y expresiones árabes, como consecuencia de los ocho siglos que los musulmanes pasaron en la Península. Son los denominados arabismos, que todos utilizamos en nuestro día a día, y en muchas ocasiones sin ser conscientes de ello. Algunos de los vocablos son fácilmente identificables, mientras que otros difícilmente los relacionaríamos con la lengua árabe. Y sin embargo, son la herencia de una historia común.
Un legado histórico
En el siglo VII, el árabe era un idioma fuerte y de alcance global, que se expandía al mismo tiempo que la civilización islámica. En el año 711 empezó la conquista musulmana de la Península Ibérica, partiendo desde el sur. La amplia zona que estuvo bajo su control la denominaron Al-Andalus.
Los árabes permanecieron en la Península hasta la toma de Granada por parte de los Reyes Católicos, en 1492. Sin embargo, el árabe siguió mezclándose con el castellano gracias a la permanencia de la población arabófona, que se mantuvo activa hasta el siglo XVII. Incluso los textos más antiguos en español, las jarchas, provienen de la cultura árabe.
Durante estos siglos el árabe no solo se extiende por la imposición política y religiosa, sino también por los matrimonios mixtos entre los árabes y la población convertida al Islam, algo frecuente como consecuencia de los privilegios que obtenían en cuanto a trabajo y exención de impuestos.
La incorporación de arabismos al castellano, con la dominación musulmana y la influencia del árabe y el mozárabe, así como de sus dialectos, era solo cuestión de tiempo, en el sur y el este de España. El legado de estos siglos, que dieron lugar a la incursión de palabras árabes en el idioma castellano, ha dado como resultado más de 4.000 vocablos procedentes del árabe que hoy seguimos utilizando, y que están presentes en diferentes disciplinas, como la física, la botánica, las leyes, la música, la química, la flora y la fauna, la medicina, el clima, la comida y la arquitectura, entre otros campos. Incluso los árabes nos dejaron algunos sonidos que ni siquiera existían en español, como el “ha” aspirado que posteriormente dio lugar a nuestra “j”.
Arabismos en castellano
“¿Puede traerme una taza de café con azúcar y un zumo de limón?”. Una frase tan común como esta esconde hasta cinco arabismos, lo que da idea de la cantidad de palabras procedentes del árabe que manejamos a diario sin que, en la mayoría de los casos, seamos conscientes de ello. En este caso, “taza” procede de “tassah” en referencia a las cerámicas de la región de Tyr, mientras que “café”, que procede de «Qahwah», significa “estimulante” y “azúcar” deriva de “sukkar”. Limón, por su parte, procede de “la(y)mun”.
Los arabismos son palabras del idioma español que tienen su origen en la lengua árabe y que han sido asimiladas por nuestro idioma. Las lenguas mozárabes enriquecieron el vocabulario añadiendo nuevo léxico, capaz de convivir con el existente. De esta manera, se da la circunstancia de que hay varias palabras para un solo concepto, lo que se denomina “doblete lingüístico”, en la que una palabra de origen árabe convive con otra de origen latino. Es el caso de “aceite” y “oliva”.
Es difícil de cuantificar el número de arabismos que existen en castellano, ya que algunos de los especialistas consideran solamente las palabras que proceden del árabe (como “aceituna”), que serían algo más de mil, mientras que otros contabilizan también las palabras derivadas (como “aceitoso”), lo que elevaría la cifra a más de cuatro mil. En cualquier caso, en los que sí que están de acuerdo todos los entendidos es en la enorme influencia que la lengua árabe supuso en el idioma castellano.
Campos semánticos con palabras árabes
Los campos semánticos en los que podemos encontrar palabras procedentes del árabe son de lo más variado. En el área de la administración tenemos algunas, como “alguacil”, pero también en el ámbito de la ciencia, como las palabras “álgebra”, “cero”, “algoritmo” o “cifra”. En el campo de la construcción podemos encontrar “albañil” o “adoquín”, y cuanto a fauna y flora se refiere, utilizamos palabras como “alacrán”, “gacela”, “alfalfa” o “algodón”.
En los términos gastronómicos encontramos, entre otras palabras, “azafrán”, “almíbar”, “azúcar”, “escabeche”, “almuerzo”, “alubia”, “algarroba” o “fideo”. Y en gramática, preposiciones e interjecciones como “ojalá” o “hasta”. También tenemos términos militares, como “alférez” o “almirante”, y otros relacionados con mobiliario, como “alacena”, “alfombra” o “almohada”.
La palabra “tambor”, dentro de los instrumentos musicales, procede del árabe, así como “arrecife” si hablamos de naturaleza, mientras que en el campo relacionado con vestuario encontramos “alfiler”, o “algarabía” en relación con el folclore.
“Alcalde” y “alfarero” son algunas de las palabras del campo semántico de los oficios, y “albaricoque”, “acequia”, “noria” o “zanahoria” hacen referencia a la agricultura.
Pero si existe un campo que podamos destacar en cuanto a la huella árabe, son los topónimos. Andalucía procede del vocablo “Al Andalus”, mientras que Albacete proviene de “Al Basit”, que significa “la planicie”. Axarquía deriva de “Ash-sharquia” o “región oriental”.
Alcalá procede de “al-aqlaà”, que significa “el castillo”, y Almería de “Al Meraya”, que es una atalaya. Henares, por su parte, deriva de “An-Nahar” o “río” y Murcia de “Mursiyah” o “embarcadero”. Como curiosidad, La Mancha proviene de la expresión en árabe “la’a Ma-anxa”, que significa “sin agua”.
También hay otros muchos nombres de lugares que proceden del árabe, como Guadalajara, que procede de “alwadi alhajariu”, que significa “valle de piedras”, mientras que Madrid, por su parte, procede de “Mayrit”. Y también existen en España muchos ríos que comienzan con “guada”, como Guadiana, Guadalquivir o Guadalete. No es de extrañar, si tenemos en cuenta que “guada” significa “río” en árabe.
Cómo reconocer los arabismos
No todos los arabismos se introdujeron en el castellano al mismo tiempo. Algunos llegaron, pero no terminaron de incorporarse al idioma, mientras que otros se integraron, desaparecieron y se recuperaron años más tarde, como la palabra “henna”.
Hay arabismos más fácilmente identificables que otros. En general, muchas de las palabras que comienzan con “al” proceden de términos árabes. “Al” es un artículo en árabe que comenzó a utilizarse en vez de nuestros “el” o “la”, lo que dio lugar a nuevas palabras. También hay muchos términos que comienzan con “a” y que tienen origen árabe, ya que en realidad han asimilado la “l” del artículo “al”, como ocurre con la palabra “azafrán”, que procede de “al za’faran”.
Por influencia del árabe, se añade el sufijo “í” a algunos adjetivos, sobre todo gentilicios relacionados con el mundo musulmán, como “andalusí”, “ceutí” “iraní”, “marroquí” o “pakistaní”.
Ora manera de reconocer las palabras árabes es a través de la raíz “Guad”, presente en numerosos topónimos, como “Gudalhorce”. Y a pesar de ello, hay otras palabras, cuya procedencia árabe es difícil de averiguar, porque no siguen un patrón, como “tarea”, “medina”, “gazpacho” o “asesino”. A ello hay que sumarle, además, que como ocurre en muchas lenguas, como el inglés, en árabe existen los llamados “falsos amigos”, como “naranja” que, curiosamente, en árabe significa “Portugal”.
Como curiosidad, Cervantes ofrece un repaso de ciertos arabismos en palabras de Don Quijote, cuando le dice a Sancho: “Este nombre, albogues, es morisco, como lo son todos aquellos que en nuestra lengua castellana comienzan con al, conviene a saber almohaza, almorzar, alhombra, alguacil, alhucema, almacén, alcancía y otros semejantes, que deben de ser pocos más”. Cuando lo escribió, Miguel de Cervantes desconocía que hay palabras que comienzan por “al” y no son moriscas, como “alma” o “alba”. Y en la actualidad, hay bastantes más arabismos que los citados.
Por otro lado, algunos nombres que llevan muchas personas proceden del árabe. Así, Rafael significa “el exaltado” y Omar “el devoto”. Aida es “generosa”, y Camila “la que mantiene el fuego”, mientras que el nombre de Fátima significa “hija del profeta” y el de Nadia “la que trae la esperanza”. Yasmín se puede traducir como “bella como las flores” y Janet como “poseedora de la gracia de Dios”.
Sorpresas y curiosidades
No solo utilizamos palabras procedentes del árabe, sino también expresiones. En España, por ejemplo, es muy habitual animar a un equipo con la expresión “¡Alabín, alabán, alabín bon ban!”. Pero pocas personas conocen que procede del árabe y significa, literalmente, “jugadores, venga ya, el juego va bien”.
Por otro lado, muchas de las palabras árabes que se han incorporado al castellano lo hicieron por un motivo. Los árabes eran un pueblo curioso y estudioso, lo que hizo que nos llegaran palabras como “azimut” o “cénit”, que señalan puntos específicos de la bóveda celeste.
También eran grandes matemáticos, lo que ha provocado que utilicemos la palabra “cero” que procede de “sifr”. También eran famosos guerreros, y por eso nos han llegado palabras como “hazaña”. Sin olvidar que practicaban una medicina avanzada, lo que nos ha dejado palabras como “talco”, “jarabe” “alambique”, “elixir” o “alcohol”.
Si decimos que hemos hecho algo “en balde” queremos decir que no sirvió para nada. “Balde” es una palabra que procede de “batil”, que significa “en vano” o “sin valor”. Y cuando decimos “almohada” realmente nos estamos refiriendo a “mihaddah” o “mejilla”, por lo que la almohada es “donde se apoya la mejilla”.
Además, también es muy común usar “fulano” o “fulanito”, una palabra que procede de “fulan”, que en árabe quiere decir “aquel que no conocemos o no queremos nombrar”. Y si hablamos de un “titiritero” estaremos haciendo alusión a “tiríd tirí” que tiene el significado de “¿quieres venir?”.
La palabra “jaqueca”, por su parte, proviene de “saqiqa”, que significa “mitad”, lo que explica que hiciera alusión al dolor que solo afecta la mitad de la cabeza. Y “noria” deriva de la palabra “na’urah”, que significa “crujir”, por el sonido que producía esta maquinaria, muy utilizada por los árabes en el campo, antes de que se conociera incluso en España. Y en cuanto a instrumentos musicales, encontramos la palabra “guitarra”, que procede del término árabe “kitara”, aunque en España ya existía este instrumento antes de que llegaran los árabes, pero bajo el nombre de “vihuela”.
Además, tenemos la palabra “albur”, que procede del término árabe “albúri”, en referencia a los peces que saltan de manera sorpresiva. Esta expresión derivó en el significado de “no saber cuándo va a saltar” y de ahí a la acepción de “albur” en español.
Por último, también contamos con la palabra “ojalá”, que sirve para expresar deseos y que procede de “aw sha’a Allah”, o lo que es lo mismo, “Si Dios quisiera”.
Árabe y español
El árabe tiene hoy en día 274 millones de hablantes y es el sexto idioma más hablado del mundo. El español, en cambio, lo hablan casi 493 de personas y es la segunda lengua materna por número de hablantes.
Visitando Marruecos se puede entender mejor el significado de algunas palabras que se utilizan en castellano. “Souk”, por ejemplo, es la palabra árabe de la que proviene “zoco” y que hace alusión a los mercados de las ciudades. En las más pequeñas hay un zoco para todo tipo de productos, mientras que en las más grandes, como Fez o Marrakech, los zocos tienen diferentes zonas específicas para cada tipo de artículos. De esta palabra proviene “Zocodover”, el nombre de la popular plaza de Toledo, que hace alusión al uso como mercado que en su día tuvo.
“Alcázar” es otra de las palabras que utilizamos y procede de la “ksar”, que significa “recinto fortificado”. En España podemos encontrar el Alcázar de Segovia, mientras que en Marruecos está el ksar de Ait Ben Haddou.
Por último, “aljibe” se llama a la cisterna que tienen como fin la recogida del agua de la lluvia. En la costa atlántica, El Jadida es una preciosa ciudad, declarada Patrimonio Mundial de la Unesco, y famosa por su aljibe.
De igual manera, existen palabras en árabe y castellano que, aunque no tengan significados exactos, se pronuncian prácticamente igual. Hace unos años se hizo viral un vídeo de Youtube en el que una voz en off apuntaba una palabra en inglés mientras que dos jóvenes decían la traducción a su correspondiente idioma, árabe y español, simultáneamente. La sorpresa llegaba cuando las palabras se pronunciaban prácticamente igual. Las palabras no eran otras que “camisa”, “blusa”, “pantalón”, “guitarra”, “hasta” “azúcar”, “alacrán”, “aceite” y “música”.
Por último, hay que recordar que el árabe no solo ha influido al castellano que se utiliza en España, sino también al español de Hispanoamérica donde, por ejemplo, a las piscinas se las llaman “albercas” por influencia árabe,
Nadie puede evitar la influencia de una cultura en otra cuando han convivido en un mismo territorio geográfico. El árabe ha dado forma al castellano por los siglos en los que los musulmanes permanecieron en la Península Ibéerica. Sin que nos demos cuenta, muchas de las palabras que utilizamos tienen su procedencia en la lengua árabe. Gentilicios, nombres propios, la forma de llamar a ciertos objetos cotidianos, prefijos que hablan de un origen exótico y campos semánticos llenos de arabismos. El idioma árabe se esconde entre nuestros fonemas, dispuestos a sorprendernos a poco que queramos profundizar en su origen.