Marathon des Sables: la carrera del desierto más dura del mundo
El Marathon des Sables, o Maratón de las Arenas, es quizá la carrera más dura del mundo. Se celebra cada año en el Sur de Marruecos y recorre 250 kilómetros en seis etapas. Los corredores tienen que enfrentarse al desafío que supone correr en el desierto, en un terreno inhóspito y con temperaturas con una gran variación entre el día y la noche.
El Maratón de las Arenas no solo es famoso por el reto físico y mental que supone a los corredores, sino también por su trasfondo solidario. Los fondos obtenidos se destinan a fundaciones o a acciones sociales locales. Durante unos días el desierto del Sahara saca lo mejor de cada persona.

Cada año, un desafío
La carrera fue creada por el francés Patrick Bauer. En 1984, paseando en soledad por el desierto, Bauer comenzó a reflexionar en cómo la actividad deportiva transforma a las personas. Fue ahí cuando se le ocurrió organizar una carrera que supusiera un reto en sí misma y a la vez tuviera como trasfondo la solidaridad.
La primera edición del Maratón des Sables se celebró en 1986, con solo 23 participantes, y desde entonces más de 20.000 corredores han participado en las carreras que se celebran cada año, habitualmente en el mes de abril. En 2020 la 35 edición ha sido, sin embargo, trasladada a septiembre como consecuencia de confinamiento mundial que se vive por el coronavirus.

Proyectos solidarios
En los años que se ha celebrado la carrera hay múltiples proyectos solidarios que han salido adelante. En el pueblo de Taright se creó un sistema de canalización que aportaba agua potable a 150 personas. En la localidad de Jdaid se construyó un complejo artesanal para educación de mujeres y en Ouarzazate un centro deportivo para transmitir los valores del deporte a los niños de la zona. Estos son algunos ejemplos, pero ha habido muchos otros que han podido realizarse gracias a las 34 ediciones anteriores.
Las etapas a las que tienen que hacer frente a los aproximadamente 800 corredores tienen una duración entre 20 y 40 kilómetros, excepto una etapa de unos 80 kilómetros. El recorrido cambia cada año pero recorre llanuras, cauces de ríos secos, dunas y tramos de rocas. Subidas y bajadas continuas, y algunas pendientes considerables que ponen el cuerpo al límite. Es por ello que cada corredor tiene que someterse a un riguroso reconocimiento médico antes de afrontar el reto.



La dificultad de la carrera
A las duras condiciones climáticas y ambientales se le une el hecho de que cada corredor tiene que llevar encima los elementos necesarios para pasar las seis etapas, lo que incluye ropa de abrigo para superar la disminución drástica de temperatura que se sufre durante la noche, saco de dormir y aislante, y alimento con un mínimo de 2.000 calorías por día. El peso tiene que oscilar entre los 6,5 y los 15 kilos, y la organización se encarga de proporcionar a los participantes 9 litros de agua por jornada, distribuida en los puntos de control de paso obligatorio, de dos a seis dependiendo de la etapa. Después, el corredor tiene que dosificarse el agua para el transcurso de la carrera y su posterior tiempo de descanso.
La carrera tiene muchas dificultades. En ocasiones la temperatura alcanza los casi 50 grados durante el día y disminuye la visión por la arena del desierto. Un 90% de los participantes realiza la carrera corriendo, con sus correspondientes periodos de descanso, mientras que un 10% la realiza andando. En ambos casos hay que dosificar fuerzas y dominar la mente, que es quien realmente puede jugarte una mala pasada.


Múltiples anécdotas
En los 35 años de existencia de la carrera hay múltiples anécdotas. El participante más joven tenía 16 años, mientras que el de mayor edad tenía 79 años. En 1994 el corredor italiano Mauro Prosperi se perdió en el transcurso de una tormenta de arena; apareció nueve días más tarde, en Argelia, con un grupo nómada. En 2007 el deportista Bernard Jule falleció por el esfuerzo realizado, pese a encontrarse bien de salud.
En la edición del año pasado ganó el marroquí Rachid El Morabity por séptimo año consecutivo. El corredor invirtió 18 horas, 31 minutos y 24 segundos en completar el recorrido. Junto a Rachid también fue condecorado un perro, Cactus, que hizo 120 kilómetros corriendo junto con los deportistas, entrando entre los 50 primeros de la clasificación general y completando íntegramente los 76 kilómetros de la jornada más larga. Por la noche era hidratado por los corredores, que utilizaban su propia agua para calmar su sed. El can recibió una medalla y fue atendido por un veterinario, que certificó su buen estado general mientras su familia, que había sido localizada, acudía a recogerlo.
La carrera por las dunas del Sáhara es una experiencia inolvidable para los corredores que toman parte del Maratón de las Arenas. Todos coinciden en señalar que supone un antes y después en sus vidas. Un total de 250 kilómetros de extraordinaria dureza que demuestra, una vez más, que el hombre puede hacer todo lo que se proponga con el único impulso de su afán de superación.