Postales de Marruecos en Verano
El límite del cielo se confunde con el del océano, difuminados como una línea de separación de dos tonalidades de azules que van ganando o perdiendo intensidad en función del momento del día en el que nos encontremos. Paz y sosiego en esta época del año, con el agua en calma, aunque en las poblaciones con más viento los intrépidos surfistas buscan las mejores olas incansablemente.

Essaouira: apta para surferos
Essaouira es cosmopolita. De trazado europeo y corazón marroquí, esta ciudad está volcada en el océano Atlántico, que le aporta una personalidad única, de cuyo embrujo es difícil escapar. Los amantes del surf conocen bien estas playas, que tienen en el viento su principal aliado. A la caída de la tarde se les puede ver tomando un té en una de las terrazas de la plaza de Moulay Hassan, comentando cómo les ha ido la jornada.

Asilah: la ciudad bohemia
En Asilah el mar se combina a la perfección con el arte en las calles. Esta ciudad dominada por el blanco y el azul, como la espuma del Atlántico que la define, no ha perdido su aire de pueblo de pescador, con estrechas callejuelas que terminan dando al océano. Incapaz de escapar del embrujo del agua, que envuelve con su brisa salada todas y cada una de sus esquinas.

Dakhla: la sal al pie de las dunas
Marruecos es un país de contrastes y para ello nada mejor que contemplar Dakhla, uno de sus secretos mejor guardados. Los amantes de los deportes marítimos contemplan desde las dunas y los acantilados, prácticamente a pie de agua, cómo se presenta el día, para después lanzarse a sus playas y darse el primer chapuzón de la jornada, casi coincidiendo con la salida del sol.

Legzira: para amantes de la fotografía
Quien guste de la fotografía no puede perderse una jornada mágica en la playa de Legzira, especialmente al amanecer o al atardecer, cuando la luz dorada da como resultado unas fotos realmente espectaculares. Los tonos rojizos de las rocas de arenisca que se adentran el mar contrastan con el azul intenso cuando la marea es baja y se puede pasear sin en el riesgo de las fuertes corrientes que azotan esta parte de la costa de Marruecos.

Oualidia: del mar a la mesa
Quienes gustan del pescado fresco y las ostras encontrarán en Oualidia, a algo más de 200 kilómetros de Marrakech, su paraíso particular. Preciosas casas blancas, combinadas con el verde de las palmeras y lagunas naturales, todo ello enmarcado por el azul del mar. Los pescadores regresan con su botín y la tranquilidad reina en el ambiente. Unas horas más tarde comeremos con gusto lo pescado en el día.

Playa Quemado en Alhucemas: el agua turquesa
Al pie del acantilado de Quemado, las aguas turquesas de esta playa paradisiaca le han valido ser considerada una de las más bellas del mundo. Hay que llegar hasta la orilla para comprobar si los galardones tienen o no razón en otorgarle este título. Un simple giro de 360 grados nos va a dar la respuesta.
Isla Dragón en Dakhla: ¿nos guardas el secreto?
Esta isla es la prueba de que en Marruecos se pueden encontrar playas salvajes, donde las conchas parecen haberse adueñado de la arena y nos sentimos algo extraños, como si invadiéramos un lugar que no nos pertenece. Tratamientos improvisados de arcilla, el sol dorando nuestra piel y un baño en estas aguas cálidas nos hará reconciliarnos con la madre naturaleza. La excursión en catamarán habrá merecido la pena.
Playas desiertas, deportivas o familiares, más o menos solitarias. Localidades con una arena amplia e inabarcable o tomadas por los surfistas. Todos estos paisajes costeros conforman las postales de Marruecos en esta época estival. Y si este año no podemos disfrutar de esa exquisita combinación de salitre, arena y casas encaladas, cualquier imagen de la costa de Marruecos será capaz de hacernos soñar con veranos próximos… y mejores.