La política marroquí se escribe con nombre de mujer
La presencia de la mujer en la política de Marruecos cada vez es más notable. El hecho de que el pueblo marroquí eligiera a tres alcaldesas al frente de tres de las ciudades marroquíes más importantes ha sido solo la punta del iceberg de un modelo imparable que comienza a poner a las mujeres al frente de los más destacados cargos políticos.
Pero la presencia de la mujer en la política no ha sido casual, sino que es el fruto de luchas, reivindicaciones y compromisos desde hace más de 60 años, cuando comenzaron a levantarse las primeras voces que tímidamente se preguntaban por qué la mujer no tenía presencia en la vida social y pública del país.
Un derecho adquirido
El derecho de las mujeres marroquíes a participar en la vida política comenzó a fraguarse en 1962, cuando se promulgaba la primera Constitución de Marruecos, aunque ya desde los años 40 comenzaron a aparecer las primeras asociaciones de mujeres bajo el convencimiento de que uniendo sus fuerzas llegarían más lejos. En los años 60 surgen las primeras reivindicaciones para unas mejores condiciones de trabajo y es a partir de los años 80 cuando comienza un movimiento con conciencia feminista, mientras que en los años 90 se empezaba a reclamar un tercio de presencia femenina en los partidos políticos.
El año 1993 es el que marcó la entrada de las mujeres en la vida parlamentaria, con el nombramiento de dos diputadas. Un hito que marcaba una de las reformas institucionales propuestas por Mohammed VI tras su entronización un 1999, y que vino acompañado de la promulgación en 2004 del nuevo Código de la Familia, que introdujo mejoras sustanciales en la condición de la mujer, dando respuestas a las asociaciones que reivindicaban sus derechos. Con todos estos respaldos, el número de mujeres en alto cargos políticos no dejó de crecer hasta alcanzar 35 mujeres parlamentarias en 2002, mientras que en las elecciones de junio de 2009 ya había más de 3.400 mujeres elegidas.
Sin embargo, el gran impulso de la mujer marroquí para dar el salto a la política comenzó a tomar forma real con la Constitución de 2011, donde se introducía el concepto de la paridad de género y se iniciaba la aplicación del principio de “discriminación positiva” que aseguraba a las mujeres una cuota determinada en política. La nueva Constitución hablaba de la igualdad en el artículo 19, que recoge que “el hombre y la mujer gozan, en igualdad, de los derechos y libertades de carácter civil, político, económico, social, cultural y medioambiental. Y el Estado actúa para realizar la paridad entre hombres y mujeres”.
Y aunque desde entonces han seguido encontrando todo tipo de trabas para acceder a puestos de poder en la esfera política, poco ha poco han ido salvando obstáculos, demostrando su valía en una profesión tradicionalmente reservada al hombre.
El objetivo de la conciliación
Lo que le pasa a las políticas marroquíes es extrapolable a las dificultades que tienen las mujeres en cualquier puesto de responsabilidad en el sector empresarial. El denominado techo de cristal se encuentra en todas las esferas. Y aunque es fácil encontrar un volumen considerable de mujeres trabajando en oficinas públicas, empresas, fábricas o en el mundo de la política, esa presencia femenina es muy poco relevante en las más altas esferas.
Para los expertos, la lucha de la mujer se debe a los propios obstáculos estructurales que presenta la sociedad marroquí. Hombres que no están acostumbrados a ceder sus puestos a mujeres que llegan pisando fuerte, amparadas por sus estudios y una carrera llena de éxitos. Y también una gran presión social que les impide avanzar y les obliga a tener que justificar de manera permanente sus cualidades.
El tema de la conciliación familiar es otro de los asuntos que terminan frenando a las mujeres que quieren ascender a altos puestos políticos. Las aspirantes a un puesto de responsabilidad, en cualquier esfera, aún tienen que escuchar las dudas de su entorno acerca de cómo compaginar su carrera política con una vida familiar, lo que hace que muchas profesionales recién llegadas a la política, a pesar de que las leyes las respaldan, sientan la presión social que les impide aceptar responsabilidades profesionales a medida que van creciendo en su ámbito laboral.
Un hito histórico
Las elecciones municipales, regionales y legislativas, celebradas en 2021, pusieron de manifiesto, por primera vez, que se había alcanzado un hito histórico. Las mujeres constituyeron, por primera vez, el 24,3% del parlamento, una cifra que avanzaba considerablemente desde el 0,61% alcanzado la primera vez que lograban representación. Y aunque muchas personas se oponían a la cuota que les aseguraba su estancia en la élite política, la medida ha ofrecido un resultado que no solo ha permitido visibilizarlas, sino también les ha dado la oportunidad de demostrar que su presencia en política es válida y que su forma de gobernar puede llevarlas a realizar grandes logros desde su puesto.
Llegar a conseguir estos resultados encierra una lucha social muy importante, donde destaca la labor de asociaciones y colectivos como “Paridad Ahora”, una iniciativa civil formada por hombres y mujeres de asociaciones que luchan por los derechos de las mujeres. Investigadores, artistas y destacados miembros de la esfera social del país han reunido las firmas necesarias para presentar al Parlamento una propuesta de ley con diferentes medidas para alcanzar una auténtica paridad de cara a 2030.
En las elecciones de 2021, el Gobierno nombraba a seis ministras, entre ellas Nadia Fattah, al frente de la cartera de Economía y Finanzas, un puesto que siempre habían ocupado hombres y que demuestra que algo ha cambiado definitivamente en el ámbito político marroquí.
En cualquier caso, aún queda mucho camino por recorrer, ya que la brecha de género es todavía muy importante, especialmente en el ámbito rural. Para los expertos, el auténtico punto de inflexión se encuentra en la educación. Dar a las mujeres acceso a los estudios supone concederles la oportunidad de acceder a los ámbitos de los que tradicionalmente se han visto excluidos, como el político.
En cualquier caso, la promoción de los derechos de la mujer y su presencia en el ámbito político, convertidos en una de las piedras angulares en las que se poya la sociedad democrática moderna de Marruecos, es imparable.
Tres mujeres alcaldesas
Si alguien dudaba del nuevo papel de la mujer marroquí en política, la respuesta ha llegado con la presencia simultánea de tres alcaldesas al frente de las tres ciudades más importantes de Marruecos: Casablanca como capital económica, Marrakech como capital turística y Rabat como capital administrativa. Todas ellas son gobernadas por mujeres.
Al frente de Rabat se encuentra Asmaa Ghalolou, una economista y periodista nacida en esta misma localidad. Es la primera en ocupar la alcaldía de esta ciudad y siempre ha señalado que “mi misión no es fácil, pero tengo mucha voluntad”. Para Ghalolou, las mujeres gobiernan de manera diferente que los hombres, compensando la falta de experiencia, costumbre o conocimiento con compromiso y voluntad de hacer las cosas cada vez mejor.
Por su parte, la alcaldesa de Marrakech, Fatima El Mansouri, madre divorciada de dos hijos, ha ocupado la alcaldía durante dos legislaturas, y al igual que su compañera de Casablanca, Nabila Rmili, médico de profesión, compaginan su labor en la alcaldía con su presencia en el Gobierno, a cargo de dos ministerios.
La presencia de mujeres en la política marroquí llega tras años de una lucha reivindicativa que exigía un mayor protagonismo femenino, pero no solo como exigencia social, sino también por su aportación al desarrollo y sustento de la democracia. Y aunque en principio las cuotas han permitido avanzar en la paridad, la presencia de mujeres alcaldesas en Rabat, Casablanca y Marrakech terminan de confirmar un cambio de mentalidad que impulsa a las mujeres a lo más alto de las responsabilidades políticas por méritos propios, permitiendo a Marruecos liderar el proceso de rotura del techo de cristal en los países árabes.