Najat el Hachmi, una escritora entre dos mundos
Najat el Hachmi ha saltado a los titulares de la prensa recientemente por ganar el premio Nadal con la novela El lunes nos querrán. Sin embargo, son muchas las personas que siguen desde hace años a esta escritora, de origen marroquí, que ha sabido navegar entre dos mundos desde su infancia.
Hachmi nació en Beni Sidel, un suburbio de Nador, localidad bereber del Rif marroquí, el 2 de julio de 1979. Con ocho años, se trasladó a Barcelona, donde años atrás se había establecido su padre en busca de una vida mejor.
Solo tres años más tarde de su llegada a España comenzaría a escribir. Era su manera de exteriorizar el sentimiento de sentirse entre dos mundos paralelos, el marroquí y el español, y la sensación de no pertenecer completamente a ninguno de ellos. De puertas para dentro, una familia que le exigía comportarse como se espera de una mujer educada en la tradición musulmana. Y de puertas para afuera, episodios de islamofobia.
Cuestión de identidad
Su experiencia como migrante y mujer musulmana está presente, de una manera más o menos explícita, en todas y cada una de sus obras. Novelas que fue escribiendo mientras obtenía la licenciatura en Filología Árabe por la Universidad de Barcelona y desarrollaba diversos trabajos, desde cocinera a empleada de limpieza o monitora deportiva.
Poco a poco fueron llegando los reconocimientos. Su primera publicación, en 2004, fue Yo también soy catalana, un libro autobiográfico escrito en catalán en el que aparecen algunos de los temas que después marcarían su carrera, como su experiencia como migrante, la religión, la cuestión de la identidad en el género femenino y el sentimiento de pérdida que le produjo dejar atrás su Marruecos natal y tener que acostumbrarse a vivir en un país al que primero consideró extraño y años más tarde le daría la nacionalidad.
En 2008 recibió el Premio Ramón Llull de novela por L’ultim patriarca. El libro, traducido a más de diez idiomas, narra la ruptura de la propia escritora con el conservadurismo mantenido por su padre.
Racismo y discriminación
Tras La cazadora de cuerpos (2011) llegó La hija extranjera, en 2015, año que recibiría el premio Sant Joan de Narrativa. Madre de leche y miel (2018) fue su siguiente novela. Basada en experiencias personales, en el libro se hacen presentes dos puntos de vista: el de una madre y una hija que se establecen en otro país y cómo viven de forma distinta los procesos de racismo y discriminación a los que son sometidas.
Un año más tarde le llegaría el turno a Siempre han hablado por nosotras, un alegato en contra del islamismo más conservador y las estructuras patriarcales que perpetúan el derecho de la mujer a ser libre.
En El lunes nos querrán, la novela que le ha convertido en ganadora del Premio Nadal, Hachmi cuenta la historia de dos mujeres de origen musulmán que parecen tener todo en contra por su sexo, condición, procedencia y clase social. En la obra, a punto de salir publicada, la escritora vuelve a profundizar el universo femenino sobre el que tanto ha reflexionado en su carrera y la línea que separa la cultura occidental y la musulmana.
Crítica al radicalismo
Najat el Hachmi ha alzado su voz en contra del radicalismo, el fundamentalismo islamista y todas aquellas prácticas que someten a la mujer árabe. Crítica con el uso del hiyab, el pañuelo que cubre la cabeza de algunas musulmanas y al que la escritora no considera un símbolo de la identidad musulmana, la escritora mantiene un pensamiento que no termina de encajar con el pensamiento de izquierdas, ni tampoco con el de la derecha.
Su discurso no se termina de amoldar a ninguna corriente que no sea la defensa de la identidad, la libertad y la dignidad de la mujer. En este sentido, Hachmi ha manifestado en diferentes ocasiones que “es una trampa hacernos creer que por el hecho de que la religión forme parte de nuestra identidad las mujeres tengamos que mostrarlo en la forma de vestir”.
Compromiso con la mujer
La escritora volvió a hacer público su compromiso con la mujer cuando, en la dedicatoria del premio Nadal, hizo alusión a “todas aquellas que a día de hoy, en pleno siglo XXI, viven en circunstancias en las que la conquista de su libertad parece estar muy lejos. A todas las valientes que se salieron del camino recto para poder ser libres”.
Dentro de la crítica al radicalismo, Hachmi señala que el Islam que viven muchas mujeres musulmanas afincadas en países occidentales no se parece al que vivían sus abuelas. “Ese Islam de mis antepasados conllevaba una serie de rituales que no encajan para nada en ese Islam ortodoxo que se está vendiendo ahora. En mi pueblo no se tapaba a las niñas. No se las veía como un cuerpo que pudiera despertar el deseo femenino. Y ahora sí. Yo sé que muchas mujeres llevan el pañuelo porque quieren. No estoy cuestionando eso. Al revés. Lo que estoy analizando es el significado de un símbolo eminentemente patriarcal. Creo que hay una regresión muy importante, como también hay chicos que creen que es lícito controlar a sus parejas. Hay que resistir para mantener lo ganado. Y me da mucha rabia que sea así”, ha ido señalando la escritora en diferentes entrevistas a lo largo de su carrera.
El refugio de la escritura
Para Hachmi, las letras son una herramienta más ante la ignorancia y la literatura uno de los medios más eficaces para eliminar la desinformación y conseguir romper los prejuicios de la sociedad. La escritora alude a que “por ser migrante no eres de un modo determinado. Creo que una de las cosas que permite una novela es poder ver esa diversidad de orígenes”.
Las novelas de Najat el Hachmi son delicadas y sensibles, al mismo tiempo que duras y combativas. La ganadora del último premio Nadal desnuda sus sentimientos en forma de letras, contando su historia, reivindicando su papel de mujer, independientemente de la religión y sociedad de origen, y llenando el inmenso vacío que deja abandonar un país para tener que adaptarse a otro. Una sucesión de experiencias que hoy son celebradas por todos los lectores de sus novelas, capaces de entender que la dignidad de la mujer está por encima de cualquier convencionalismo social.
Imagen de portada: Guillem Medina, CC BY-SA 4.0, Enlace