Leïla Slimani: la escritora marroquí que rechazó ser ministra de Cultura
Leïla Slimani cambió su Marruecos natal por Francia en plena adolescencia. De madre francoargelina y padre marroquí, se ha ganado el respeto internacional a golpe de excelente escritura y prestigiosos premios. El presidente francés, Emmanuel Macron, le propuso el puesto de ministra de Cultura. Pero ella lo rechazó: prefería seguir saliendo de fiesta con sus amigos de toda la vida y continuar escribiendo. Cuestión de prioridades.
Considerada una de las escritoras más destacadas de la literatura francesa, Slimani no olvida sus orígenes. Nació en Rabat en 1981, en una familia de múltiples orígenes y vocación liberal. De padre banquero y madre médico, en 1999 se fue a París para estudiar Ciencias Políticas y más tarde se especializó en Medios de Comunicación en el ESCP Europe Business School.
Escribir como pasión
Tras realizar un curso de creación literaria en la editorial Gallimard, obtuvo su primera oportunidad laboral en la revista Jeune Afrique en 2008, donde escribía sobre asuntos relacionados con el norte de África. Pero el puesto se le quedaba pequeño y en 2021 lo abandona para dedicarse de lleno a lo que realmente era su pasión: la escritura.
En 2014 publica Dans le jardín de l’ogre, su primera novela, donde trata sin complejos la adicción sexual femenina. Con un gran éxito de crítica y público, el libro es seleccionado como uno de los cinco finalistas del Premio de Flore y vende 15.000 ejemplares en Marruecos. Un año más tarde recibiría el Premio Literario de la Mamounia, convirtiéndose en la primera escritora en ser galardonada.
En 2016 llegaría su segunda novela, Chanson douce, que recibe el prestigioso Premio Goncourt, lo que le supuso reconocimiento internacional. Un año más tarde, tras rechazar el puesto de ministra de Cultura, entra a formar parte del Consejo de la Francofonía y recibe el premio Out de oro por su condena a la penalización de la homosexualidad en Marruecos, coincidiendo con el libro Sexo y mentiras: la vida sexual en Marruecos.
Hoy nadie duda de que Leïla Slimani es la autora que mejor ha sabido tender puentes y cerrar las brechas entre la cultura árabe y la europea. Su última novela, El país de los otros, editada por Cabaret Voltaire, es el primer libro de una trilogía que ha empezado contando la historia de sus abuelos, continuará con la de sus padres y culminará con su propia experiencia. Libros con vocación transgeneracional en donde estará presente, como no podía ser de otra manera, el mestizaje como telón de fondo.
La historia de Mathilde
El país de los otros cuenta cómo Mathilde, la abuela francesa de Leïla, se enamoró del marroquí Amín en la II Guerra Mundial. Tras casarse con 20 años se marchó a vivir a Meknés, en Marruecos, con el choque cultural que supuso para ella. Una historia anclada en los convulsos años 40, que cuenta la historia del país hasta su independencia en 1956.
“Con este libro quería preguntarme cómo pudo Marruecos pasar en 60 años de un arcaísmo casi medieval a la modernidad. Y también comprender cómo había sido la vida de mis abuelos”, señala Slimani. Cuenta la escritora que su abuela era anticonformista y muy moderna. “Me sorprende que sus padres la dejaran marchar a África sin oponerse, pero me parece natural que cuando te enamoras sigas a esa persona hasta el fin del mundo”, señala Slimani.
Mathilde llamaba mucho la atención en Marruecos. Era alta, rubia y de ojos verdes. Ya físicamente resultaba imponente, pero lo más atractivo era su forma de estar en el mundo. Era muy divertida, no soportaba que a las mujeres se las considerara seres inferiores y adoraba la vida, la fiesta y la libertad. Jamás se dejaba doblegar. Era una persona intensa, apasionada, con una gran cultura. Dispuesta a vivir con todas las consecuencias. Y prefería que la vida fuera difícil antes que aburrida”, señaló la escritora en una entrevista.
Sentirte extraño en tu propia casa
Instalarse en Marruecos no fue fácil para Mathilde. Se sentía extraña a por el hecho de ser francesa y ser mujer. Y aunque aprendió árabe a la perfección, siempre se sintió distinta, anclada en una sensación de desarraigo que ha ido traspasando generación tras generación hasta llegar a la propia escritora, que se ha sentido en ocasiones diferente, incluso en una tierra a la que considera como propia en derecho. Una reflexión sobre la identidad que, además, se une a otros temas, como el de la feminidad y la maternidad, que son una constante en la obra de Slimani.
La segunda parte de la trilogía está ambientada en los años 60 y transcurre entre Rabat y Casablanca. En ella, Slimani profundiza en la historia de sus padres y empieza a perfilar un boceto de una familia multirracial y con una gran diversidad cultural, donde sus miembros profesaban diferentes religiones y tenían distintas creencias.
A la hora de escribir Slimani tiene un claro objetivo: remover conciencias, que el lector ría o llore. Que sienta. Y de paso, ofrece a su público la oportunidad de descubrir la historia de Marruecos, “un país que tiene una historia increíble, de novela”. Ganadora de prestigiosos premios, la escritora es reconocida, por méritos propios, como una de las voces más potentes de la literatura mundial.