Essaouira y Orson Welles: la verdadera historia del rodaje más accidentado de su carrera
Cuando el director de cine Orson Welles llegó a Marruecos en busca de localizaciones para su película Otelo, supo que había encontrado lo que buscaba al llegar a Essaouira. Corría el año 1948 y la localidad marroquí se asomaba al Atlántico sin que aún se hubiera hecho famosa su belleza.
Welles visitó sus murallas, paseó por sus indómitas playas, contempló cómo los pescadores llegaban de faenar y respiró el olor del salitre, admiró las fortificaciones portuguesas del siglo XVI perfectamente conservadas y transmitió a su equpo que había encontrado la localidad perfecta para el rodaje. Mogador, que así se llamaba entonces Essaouira, estaba destinada a ser el escenario natural que, junto con otras localizaciones italianas, se convertiría en el marco perfecto para rodar el film basado en la obra de Shakespeare. Nada hacía presagiar que el rodaje sería, en palabras de Welles, “una auténtica locura”.

Complicaciones de rodaje
El rodaje de Otelo es de esos que tienen su historia escrita en los anales del cine. Duró más de tres años, porque había que introducir obligadas pausas cuando el director se quedaba sin presupuesto para seguir filmando y tenía que recurrir a sus amigos para conseguir la financiación.
Tras rodar en Italia, Welles se desplazó a Essaouira para filmar en exteriores. Solo su genialidad hizo que se pudieran empalmar escenas rodadas a más de mil seiscientos kilómetros de distancia.
En las cinco primeras semanas en Marruecos, quedó constancia de la fragilidad de la producción y el empeño del director de cine de salvar cualquier tipo de obstáculo que se le pusiera por delante. La primera dificultad que encontró el equipo fue el vestuario, que había sido encargado a los talleres Peruzzi, los más prestigiosos de Italia. El acuerdo establecía que fuera enviado a Marruecos una vez terminado. Sin embargo, los talleres, desconfiados acerca de si el presupuesto de la película alcanzaría para pagarles, primero retrasaron el envío y después lo suspendieron definitivamente.
Orson no podía quedarse con los brazos cruzados. En pocos días movilizó a todos los sastres de Essaouira y puso en sus talleres, clavados en las paredes, escenas de personajes vestidos de época para que se pusieran a confeccionar los trajes. Pero mientras iban cosiendo, el rodaje debía continuar, ya que el presupuesto de la película no permitía tener a todo el equipo parado en Marruecos.

Una escena mítica
Fue entonces cuando Welles decide modificar la escena en la que Rodrigo intenta matar a Casio y es asesinado por Yago. Ante la falta de vestuario masculino, la escena, que iba a ser filmada en la calle, pasa a rodarse en un baño turco, donde los protagonistas masculinos no tenían que ir vestidos más que con simples toallas. Para simular el vaho del ambiente la sala se llenó de humo de incienso. Curiosamente, la escena no solo quedó perfecta, sino que gracias a la genialidad del director es considerada una de las escenas memorables del cine.
Por otro lado, a las tres semanas de comenzar el rodaje en Essaouira, Welles decide despedir a la americana Betsy Blair, que interpretaba el papel de Desdémona, al considerarla demasiado moderna para una actuación clásica. Esto suponía volver a grabar gran parte de las secuencias ya rodadas. En total, el personaje fue interpretado por tres actrices distintas, incluida Lea Padovani, la novia de Welles, que también fue sustituida cuando el director se enteró de que mantenía un romance con un miembro del equipo.

Una auténtica locura
Otro inconveniente era la luz de Marruecos, demasiado fuerte sobre los rostros de los actores. Por este motivo, Welles opta por una imagen muy contrastada, que concede un gran protagonismo a la sombra. Por este motivo, se utilizaron filtros rojos que oscurecían el cielo y ponían de relieve las escasas nubes de Essaouira. Además, Welles descubre que el sonido del océano, siempre demasiado cerca de cualquier punto de grabación, se cuela en los diálogos. Este inconveniente le lleva a grabar en mudo muchas de las escenas y otras con una Cameflex, una cámara casi experimental.
En una entrevista con motivo de la presentación de la película en el festival de Cannes, el periodista Peter Bogdanovich le pregunta a Welles si Otelo ha sido la más difícil de todas sus películas. Y el director contesta: “difícil no es la palabra más adecuada. Para ser sincero, ha sido una auténtica locura”.
Orson Welles terminó la película con su propio presupuesto y con una tercera parte del equipo técnico y los actores, ya que el resto del equipo le fue abandonando, cansado de las continúas paradas para conseguir financiación. Algunas escenas fueron rodadas con extras situados de espaldas y con planos contrapicados por no disponer del material de iluminación adecuado. A pesar de todos los contratiempos, y de que la película no obtuvo un aplauso unánime de la crítica, consiguió la Palma de Oro de Cannes y el reconocimiento de la población.
Sobre la pista del director
Essaouira le debe en gran parte a Orson Welles pasar de ser una tranquila localidad costera, a dos horas de Marrakech, a convertirse en una de las ciudades más visitadas de Marruecos, con sus preciosas playas y sus imponentes fortificaciones. Una plaza ajardinada recuerda con un busto en madera local de tuya que Orson Welles rodó su película Otelo en la localidad. Aunque, por supuesto, no hace alusión a lo accidentado que fue el rodaje.
Otro de los puntos que recuerdan al director de cine es el Hotel des Iles, en el que Orson Welles se hospedó con todo su equipo. Aún se conserva la suite que ocupó en su estancia en Essaouira, que hoy recibe la visita de sus más fieles seguidores, deseosos de dormir en la que dicen que fue su cama durante el rodaje de Otelo en la localidad. Una película que fue, probablemente, la más imprevisible de su carrera, en una localidad que contribuyó a hacer aún más grande su leyenda.