Cafés de Tánger con encanto: mirando la vida pasar
Cada café tiene un estilo propio dentro esta “ciudad blanca tatuada de minaretes verdes”, tal y como describía Rubén Darío a Tánger. Pero todos ellos tienen en común un encanto ligeramente trasnochado y el poder de convertirse en un mirador de la vida cotidiana. Si tuviéramos que elegir un único café de entre los muchos que nos ofrece la ciudad, resultaría muy difícil hacer la elección. Quizá haya uno ideal para cada momento del día, dependiendo de donde nos encontremos.

Café Al Hafa
La calle Mohammed Tazi, situada al noroeste de la ciudad, ya fuera de la parte alta de la medina, nos recibe con sus reflejos azulados. Es el marco perfecto para el Café Hafa, situado en un precioso acantilado con vistas al océano.
El café fue construido en 1921 por Ba M’Hamed, quien nunca quiso venderlo, a pesar de las jugosas ofertas que recibió a lo largo de su vida. Hoy sigue teniendo el mismo aspecto que hace cien años, con las mesas ocupando diferentes terrazas a distintas alturas, casi todas ellas al aire libre aunque hay algunas bajo techado.
En un lugar con un aire tan mediterráneo es imposible no disfrutar de un riquísimo té a la menta, un batido de frutas o un pastelito de almendra mientras la mirada se pierde en las preciosas vitas, quizá ocupando el mismo lugar en el que en su día se sentaron ilustres escritores como Tennesseee Williams o artistas internacionales como Farra Fawcett.
Hoy, el Café al Hafa acoge a un público de lo más variopinto, desde jóvenes locales jugando al backgammon, a viajeros internacionales, pasando por un público cosmopolita que acude a este lugar para relajarse, leer o charlar, o simplemente dejarse llevar por su delicioso ambiente.

Morocco Café
A escasos metros de la entrada principal de la kasbah, el Morocco Café es un oasis para descansar de la vorágine de la ciudad y disfrutar de un té, un refresco o las deliciosas y sencillas especialidades locales, hechas al momento en su propia cocina.
Los precios son más elevados que otros cafés de carácter más popular, pero aquí puedes disfrutar del encanto de los detalles, como que el té llegue acompañado de su propia tetera individual. En este mismo edificio se encuentra el Morocco Club, un piano-bar que se convierte en la versión nocturna del café y donde acuden cada noche jóvenes para saborear un cocktail en un ambiente desenfadado, donde no falta la música más actual.

Gran Café París
El Gran Café París siempre aparece en el listado de los diez cafés con más encanto del mundo. Situado junto a la Place de France, frente a los extraordinarios jardines del consulado francés, este café comenzó a forjar su leyenda cuando fue construido, en 1920.
Lugar de encuentro de espías durante la II Guerra Mundial y más adelante convertido en el punto donde se citaban los amigos del escritor Paul Bowles y su mujer Jane, no es difícil imaginar cómo ha sido en otras épocas, ya que se mantiene intacto con el paso de los años. El que en su día fue un moderno café de aires europeos, hoy conserva un aire exquisitamente decadente, con su decoración en madera al estilo art decó, sus espejos y grandes ventanales, y sus sillones forrados en escay, desde donde es posible tomarle el pulso a la ciudad.
Basta con sentarse en su terraza y mirar unos minutos para contemplar al público variopinto y multicultural que recorre las calles de Tánger. Y mientras, nada mejor que disfrutar de un riquísimo té a la menta y fantasear con una cita con cualquiera de los famosísimos escritores, como Jean Genet, Truman Capote o William Burroughs, que en su día frecuentaban el lugar.

Café Ibn Batouta
En el corazón de la medina encontramos el café Ibn Batouta, que ofrece servicio en varias plantas. En la de abajo suelen encontrarse los clientes habituales. Pero si subimos por una estrecha escalera aparecerá ante nuestros ojos una terraza a dos alturas, donde se reúnen los jóvenes, muchos de ellos estudiantes, que se toman un respiro a la caída del sol.
Desde este café no se ve el océano, pero se divisa el mar de tejados de la ciudad. Quizá no sea el café más moderno, pero conserva el encanto de los lugares donde el tiempo parece haberse detenido. Los precios lo corroboran, así como la paciencia de los camareros, que explican a todo aquel que pregunta por la foto del Matt Damon colgada junto a la barra que en este lugar se rodaron escenas de la película “El ultimátum de Bourne”, donde el actor, o quizá el figurante que le sustituía en las escenas más peligrosas, saltaba de balcón a balcón. No se podía haber elegido un escenario mejor.

Café Panorama
En los jardines de Corniche resulta imposible no caer en la tentación de tomarse un smoothie en la terraza del Café Panorama. Este café resulta perfecto para descansar tomándose un zumo o el típico té marroquí acompañado de un dulce. Y todo ello enmarcado con unas espectaculares vistas a la bahía.
Si hay que elegir una hora para acudir al Café Panorama, la mejor es la caída del sol. El atardecer es precioso y el ambiente es único, con multitud de jóvenes que se dan cita en el paseo marítimo antes de comenzar a disfrutar la noche de Tánger. Muchos de ellos volverán al amanecer, para tomar un riquísimo desayuno mientras la ciudad se despereza.
Estos cinco cafés son algunos de los más conocidos de Tánger, pero la ciudad cuenta con una innumerable oferta de cafés genuinos y llenos de encanto. El Café Baba, en la rue Zaotouni, en plena medina, aún presume de haber sido el lugar preferido de los Rolling Stones. Y en el Zoco Chico se pueden encontrar diferentes cafés, todos ellos arremolinados y compartiendo un mismo aire vintage. En el Tingis aún se puede leer un cartel que reza que todo se sirve “siempre rápido y fresco”. Muy cerca está el Café Pensión Fuentes, con sus paredes de azulejo y su suelo de baldosas desgastadas por el paso de los años. Y junto a ellos el Café Central y el Café Almanara, perfectos para disfrutar de un instante de tranquilidad en la zona donde, según los entendidos, se disfruta de uno de los más deliciosos tés a la menta de la ciudad.
Y es en estos cafés de Tánger donde viajeros y población local disfrutan de tomar el pulso a una ciudad que siempre tiene algo que ofrecer. La vida pasa por delante del local y los cafés resultan perfectos para sentirse afortunado de verla pasar.