Villa Aidonia en Tánger, el romántico escenario de un amor y un secuestro
Atrás quedaron los tiempos en los que la casa lucía en todo su esplendor, cuando acogía las fiestas más opulentas de la ciudad, y los jardines estaban plagados de plantas y animales exóticos mandados traer de los lugares más lejanos por Ion Perdicaris, su propietario.
A la sombra de los eucaliptos
Perdicaris era hijo de un magnate griego que consiguió amasar una fortuna en EE.UU. Después de vivir en este país, Ion se trasladó a Tánger y allí compró la casa conocida como “El lugar de los ruiseñores”, que sería transformada en Villa Aidonia cuando Ion conoció a Ellen Varley, casada por entonces con un ingeniero de telégrafos y madre de cuatro hijos.
Ellen terminó divorciándose de su marido en 1873 y se estableció en Villa Aidonia, que Perdicaris decoró con mimo para ella. Dicen que el jardín, lleno de eucaliptos traídos de Australia, fue pensado para que Ellen paseara por ellos y así pudiera dar alivio a sus problemas respiratorios. Y mientras por las tardes de verano ella se sentaba a refrescarse a la sombra de los eucaliptos, probablemente los primeros con los que contó Marruecos, Ion Perdicaris escribía libros con bastante éxito. Por las noches, Villa Aidonia se transformaba en una enorme sala de fiestas, donde se daba cita la comunidad extranjera de Tánger.
Historia de un secuestro
El 18 de mayo de 1904 sus tranquilas vidas en Tánger sufrieron un vuelco. Ese día Perdicaris y Cromwell, el hijo de Ellen, fueron secuestrados por Muley Ahmed al-Raisuli, que no dudó en matar a alguno de los criados para conseguir su objetivo. El secuestrador exigió al sultán de Marruecos, a cambio de la cabeza de Perdicaris, 70.000 dólares, un salvoconducto para poder abandonar el país y el control de dos de los territorios más adinerados de Marruecos.
Dicen que Perdicaris, amante de aventuras, se hizo amigo de su secuestrador, llegando a defenderle con estas palabras: “no me arrepiento de haber sido su prisionero durante algún tiempo. No es un bandido, no es un asesino, sino un patriota obligado a cometer actos de bandidaje para salvar a su tierra natal y a su pueblo del yugo de la tiranía”, señaló.
EE.UU. entra en acción
Sin embargo, al presidente de los EE.UU., Theodore Rooselvert, le molestó mucho el secuestro, ya que a pesar de que Perdicaris no era estadounidense, se le consideraba como tal. Calificando las peticiones de Raisuli como absurdas, decidió enviar siete buques de guerra de la armada estadounidense al mando del almirante French Ensor Chadwich, que junto a varias compañías de marines dirigidos por el mayor John Myers Twiggs tenían orden expresa de ocupar las aduanas de Marruecos si Marruecos no lograba liberar a Perdicaris. Si el secuestrado moría, las órdenes eran capturar a Raisuli.
Los marines desembarcaron portando armas para proteger al consulado y a Ellen, mientras se resolvía la situación. El conflicto militar fue creciendo de intensidad cuando Roosevelt intentó que Gran Bretaña y Francia se unieran en la acción militar pensada para liberar a Perdicaris bajo la consigna de “Perdicaris vivo o Raisuli muerto”, pero ambos países se negaron.
Finalmente, el sultán aceptó las demandas del secuestrador el 24 de junio, apenas un mes después del secuestro que había provocado un conflicto internacional. Perdicaris y el hijo de Ellen fueron liberados sanos y salvos. Dicen que Ellen Varley pidió al almirante Chadwich un médico para examinar a su esposo y todos los médicos de la flota estadounidense, rendidos a sus encantos, se ofrecieron voluntarios.
Marcha a Inglaterra
Después del incidente diplomático, la vida en Villa Aidonia nunca volvió a ser lo mismo. Nadie tenía ganas de hacer fiestas y la casa comenzó a languidecer sin las visitas de los amigos del matrimonio. Poco después, Perdicaris y Ellen se mudaron a Inglaterra, donde Perdicaris moriría en 1925. Y aunque dicen que el matrimonio pronto se acostumbró a la flemática vida del ambiente anglosajón, nunca olvidaron los años vividos en Tánger, en los que siempre había un motivo que celebrar.
En su necesidad de pasar página, la casa que tenía el matrimonio en el centro de la ciudad fue destruida para levantarse sobre el terreno el mítico hotel Minzah. Y Villa Aidonia, el que fuera su hogar en los mejores años de su vida, nunca fue ocupado de nuevo. Con el paso de los años fue deteriorándose.
Tras la independencia del país, en 1956, la villa pasó a manos del Estado marroquí, quien no invirtió en su rehabilitación. Hoy, es muy común encontrarse a familias de picnic en los jardines que rodean la casa. Dentro, un impresionante balcón asomado al Estrecho de Gibraltar recuerda tiempos mejores.
Muchas de las personas que pasan la tarde en sus alrededores no pueden imaginar que hace apenas un siglo Villa Aidonia fue el acogedor hogar de Perdicaris y Ellen. Un secuestro estuvo a punto de hacer cambiar el rumbo diplomático de dos países y consiguió aniquilar la tranquila vida del matrimonio en Tánger. Hoy, la casa se apaga, pero la historia de amor y aventura que esconde en su interior se mantiene viva para la historia.