Marrakech vista con los 5 sentidos
Pocos lugares en el planeta embaucan al viajero tanto como Marrakech, capaz de despertar los sentidos del viajero y ponerlos al servicio de sus encantos. Es como si viéramos los colores por primera vez, como si el sentido del gusto o el del olfato lucharan por descifrar tantos estímulos. Una experiencia enriquecedora que te invita a seguir desentrañando sus secretos a cada paso. Descubrir Marrakech a tu gusto es, simplemente, dejar llevar por las sensaciones.

La vista: un mar de colores
Pese a ser llamada la ciudad roja por la arenisca con la que están construidos sus edificios, Marrakech es un auténtico caleidoscopio de colores. Solo hay que darse un paseo por el zoco para descubrir todas las tonalidades, brillos e intensidades que puede distinguir el ojo humano. Desde las maravillosas lámparas a las antiguas puertas pintadas a mano, pasando por las tiendas de babuchas, donde elegir tu color favorito se convierte en la tarea más difícil. Alfombras, especias a granel, tintes… cada rincón del zoco es un cuadro maravilloso que busca a ser fotografiado.

El olfato: las mil y una especias
Pimienta negra, nuez moscada, canela, jengibre, comino, cardamomo y pimentón son algunos de los cientos de olores que nos pueden sorprender a la vuelta de una esquina. En Marrakech, las tiendas de especias son como enormes herbolarios donde todos los olores confluyen para advertir al viajero que no puede dejar pasar por alto esa oportunidad. Remedios de hierbas con la promesa de mejorar cualquier dolencia y especias con la capacidad de conceder a nuestra cocina un punto de exotismo. Si la pituitaria se colapsa con tantos y tan variados estímulos, el aroma de un riquísimo té a la menta es perfecto para dejarnos a cero y seguir explorando todos aquellos deliciosos olores, como el del aceite de argán, que aún nos queda por descubrir.

El tacto: la caricia de los sentidos
En Marrakech solo hay que extender la mano para disfrutar de innumerables sensaciones táctiles. Los mosaicos, bajorelieves y escayolas labradas de la Madrasa Ben Youssef. Los objetos artesanales elaborados con una suave y pulida madera de cedro. Los suaves azulejos de las paredes y la rugosidad de las puertas artesanales que salpican la ciudad. Un pañuelo de seda a la entrada de una pequeña tienda, el cuerpo repujado de un bolso o la frescura del agua de la piscina de un riad. Y cómo no, el rudo pelo de un animal milenario si optas por un paseo en camello en Marrakech.

El gusto: el gusto es nuestro
Marrakech es gastronomía. Y eso implica una explosión de riquísimos sabores que podemos disfrutar. Lo mejor es no quedarse con los más conocidos, como el tajin, sino probar los platos más puramente locales. ¿Qué tal comer una tanjia típica de Marrakech? En vasijas de barro se guarda una riquísima carne macerada, que ha sido cocinada sobre las brasas a fuego lento con comino, limón y azafrán y otras especies. El resultado es una carne tierna y sabrosa, con un sabor muy concentrado. Una auténtica exquisitez que no se disfruta solo cuando se está comiendo, sino también durante mucho, mucho tiempo a través de un imborrable recuerdo.

El oído: la banda sonora de la ciudad
Marrakech es un tsunami de sonidos. Un ambiente vibrante que nos recuerda que estamos en una ciudad viva, donde la gente vive de puertas para afuera, sale, se relaciona, reza, canta y hace música. La plaza Jemaa El Fna se llena de sonidos a la caída de la tarde. Los dueños de los puestos ambulantes nos llaman para atraer nuestra atención y en un corro escuchamos el sonido de instrumentos tradicionales, como el gmbri o el bandir. Y de fondo, la adhan o llamada a la oración desde la Mezquita de la Koutoubia. Un sinfín de ritmos, de expresiones de júbilo y de sentimiento. Solo con cerrar ojos se abrirá ante nosotros un universo sonoro. No hay mejor manera de disfrutarlo.
Marrakech se puede disfrutar con los cinco sentidos. Observando, degustando, oliendo, tocando o simplemente escuchando. Una ciudad llena de estímulos espera al viajero. Captarlos todos es imposible, pero si estás atento podrás pasar de uno a otro sin tener tiempo siquiera para parpadear.